Monitoreo
Altos niveles de arsénico en el agua atentan contra la salud de millones de argentinos
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Un reciente relevamiento del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) advirtió que amplias zonas del país presentan agua con concentraciones de arsénico por encima de lo recomendado. La exposición prolongada a ese agua contaminada podría afectar a más de 4 millones de personas —alertan los científicos— con enfermedades graves como cáncer y problemas respiratorios.
(Por Luciana Lanzamidad) - El agua de consumo en muchas zonas de Argentina vuelve a estar en la mira: el ITBA relanzó su Mapa de Arsénico, una herramienta abierta al público que incorpora más de 350 muestras de agua subterránea y superficial —analizadas en su laboratorio de Ingeniería Química y Medio Ambiente (LIQMA)— para monitorear la presencia del químico en distintas regiones del país.
¿Qué es el arsénico y por qué está en el agua?
El arsénico es un elemento químico que existe de forma natural en la corteza terrestre. Según los responsables del estudio, su presencia en el agua no siempre responde a contaminación reciente, sino a fenómenos geológicos muy antiguos.
Durante la formación de la Cordillera de los Andes, cenizas y minerales se depositaron en lo que hoy es el subsuelo de gran parte de la llanura pampeana, y con el paso del tiempo el agua disolvió parte de esos sedimentos, liberando arsénico en napas subterráneas.
El riesgo no es igual para todas las formas químicas: el arsénico inorgánico (como el arsénico +3 o +5) es altamente tóxico. En Argentina este tipo suele predominar en los acuíferos monitoreados, lo que agrava la preocupación.
Amplias zonas del país presentan agua con concentraciones de arsénico por encima de lo recomendado.
¿Dónde están los niveles más críticos?
El nuevo mapa del ITBA clasificó las muestras según su concentración de arsénico con un sistema simple de colores:
Verde: menos de 10 partes por billón (ppb) —considerado “agua segura” para beber.
Amarillo: entre 10 y 50 ppb —requiere “precaución”.
Rojo: más de 50 ppb —agua no apta para consumo ni cocción, recomienda buscar fuentes alternativas.
Entre las zonas más comprometidas figuran regiones de la denominada llanura Chacopampeana, incluyendo: gran parte de la provincia de Buenos Aires —especialmente por el corredor de la ruta 5 (localidades como 9 de Julio, Bragado, Casares y Trenque Lauquen) y áreas cercanas a Mar del Plata—; el sur de Córdoba; sectores de La Pampa; y, notablemente, el sur de la provincia de Santa Fe.
También se detectaron zonas en amarillo —con niveles moderados— hacia el norte del país: provincias como Santiago del Estero, Tucumán, Chaco, Salta y Formosa aparecen en este tramo.
El mapa del ITBA alertó que, aunque muchas muestras provienen de perforaciones particulares (pozos), la información es valiosa para orientar políticas de salud, controles y decisiones individuales.
Entre las zonas mapeadas como de riesgo aparece el sur de la provincia de Santa Fe.
Impacto en la salud: riesgos para la población
El principal peligro del arsénico en el agua radica en su consumo sostenido en el tiempo. La ingesta habitual de agua contaminada —ya sea para beber, cocinar o incluso al ducharse— incrementa el riesgo de desarrollar un cuadro conocido como Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (HACRE).
Las consecuencias pueden manifestarse primero en la piel: cambios en la pigmentación, endurecimiento de palmas o plantas, lesiones cutáneas. Con el tiempo, la exposición prolongada se asocia con enfermedades graves como cáncer de pulmón, cáncer de laringe, tos crónica, fibrosis pulmonar y otras afecciones crónicas.
Así, el problema no es inmediato (como una intoxicación aguda), sino silencioso y acumulativo: cada vaso de agua comprometida representa un riesgo a largo plazo.
¿Qué pasa en Santa Fe?
Entre las zonas mapeadas como de riesgo aparece el sur de la provincia de Santa Fe, según la clasificación de peligrosidad realizada por el ITBA.
Esto significa que, para quienes dependen de aguas subterráneas o pozos propios en esas áreas, existe un potencial riesgo sanitario si no se verifica la calidad del agua. Dado que la contaminación responde a factores geológicos y naturales, la presencia de arsénico no está limitada a una localidad específica, por lo que comunidades rurales o periurbanas podrían estar expuestas.
Sin embargo, cabe aclarar que cada punto observado en el mapa representa una muestra puntual: un círculo verde en la herramienta no garantiza que toda el área deba considerarse “segura”, y uno rojo no implica necesariamente que todo el distrito esté comprometido. Por eso, desde el ITBA insisten en la importancia de tomar muestras allí donde haya dudas.
¿Qué puede (y debe) hacer la población?
El relanzamiento del Mapa de Arsénico no es solo un acto académico: representa una invitación a la acción ciudadana. El ITBA pidió a quienes tengan sospechas sobre la calidad del agua en su zona que envíen muestras al laboratorio (ubicado en Iguazú 341, Ciudad de Buenos Aires), completando previamente un formulario.
Esto permite ampliar la base de datos, mejorar la cobertura territorial del mapa y brindar información actualizada y localmente relevante.
Para quienes viven en zonas marcadas como “rojo” o en localidades rurales con pozos propios, las recomendaciones inmediatas son:
Evitar consumir agua sin analizar.
Usar otras fuentes seguras para beber o cocinar (agua embotellada, agua tratada).
En lo posible, realizar análisis del agua local —particularmente si hay antecedentes de alta concentración en la zona.
Exigir a autoridades municipales/ provinciales acciones de monitoreo y medidas de mitigación.
Un monitoreo clave
Aunque el arsénico es un elemento natural, su presencia en el agua potable representa un serio problema de salud pública, especialmente en un país como Argentina donde muchas comunidades dependen de napas subterráneas. El hecho de que el mapa identifique posibles más de 4 millones de personas expuestas da cuenta de su magnitud.
El proyecto del ITBA, con más de 350 muestras analizadas, revitaliza un mecanismo de vigilancia que había perdido ritmo durante la pandemia. Su actualización —con mejor interfaz y accesibilidad— facilita que la población conozca la situación de su zona y participe activamente.

