Día Nacional del Derecho a la Identidad
Carolina Guallane, la venadense que recuperó su historia y ayuda a quienes tienen dudas
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A 27 años de su restitución, Carolina pudo transmitirle el valor de la identidad a su hijo. Fue el primer caso de bebés apropiados por la dictadura que encontró la verdad por iniciativa propia. La historia de su búsqueda y un presente lleno de amor. “Hay que vencer el miedo y buscar la verdad”, afirma.
(Por Nicolás Loyarte) - María Carolina Guallane es Paula Cortassa Zapata. Esta santafesina, que el 13 de diciembre cumplirá 50 años, supo la verdad sobre su identidad cuando tenía 22. “Festejé mi primer cumpleaños el día que correspondía recién a los 23”, dice hoy a la distancia. Hasta entonces vivió llena de dudas, temores y pesadillas recurrentes. Su historia fue un hito en la búsqueda de Abuelas de Plaza de Mayo: fue el primer caso de restitución en el que la protagonista, con sus dudas, inició el camino que la llevó a la verdad.
Paula Cortassa Zapata nació el 13 de diciembre de 1975 en la ciudad de Rosario. El 11 de febrero de 1977 fue secuestrada junto con sus padres, Blanca Josefa Zapata y Enrique Cortassa, en la casa de Castelli al 4500, en la ciudad de Santa Fe. Además de la niña, Blanca estaba embarazada a término. No se sabe qué pasó con Paula durante los 54 días que transcurrieron entre el operativo y el 6 de abril de 1977, cuando ingresó a Casa Cuna. “Sólo sé que estuve secuestrada junto a mi padre en algún centro clandestino de detención”, dice hoy Carolina, quien decidió mantener el nombre que le habían asignado sus padres adoptivos.
En esta casa de Castelli al 4500 fue el operativo en el que se llevaron a Carolina. Archivo.
A los pocos días, la beba fue entregada a la asistente social Blanca Soria, que se la llevó a su casa. “Ella más tarde contó que en Casa Cuna me habían puesto el nombre Carolina. Mis viejos (adoptivos) me buscaron por su casa. Cuando me entregó, les dijo: ‘Es una bomba de tiempo, ¿la quieren igual?’. Ellos respondieron que sí, que me iban a recuperar y sacar adelante”. En mayo de 1977, Paula fue dada en adopción a María y Jorge, el matrimonio Guallane —de Venado Tuerto—, a quienes el juzgado les mintió sobre el origen de la niña.
“Cuando me entregaron estaba desnutrida, con tuberculosis, hepatitis, gastritis y llena de piojos, al punto que me tuvieron que rapar. No sabía comer y sólo pedía pan y agua. Mi mamá (adoptiva) contaba que me ofrecía otros alimentos y no los toleraba, no los conocía. Ella comía y me explicaba que yo también podía hacerlo. Tuve diarrea sanguinolenta y me costó mucho tiempo recuperarme. Siempre digo que reviví por el amor de ellos: me salvó el amor”.
“De grande volví a Casa Cuna en busca de los archivos pero, oh casualidad, me dijeron que se perdieron en la inundación o en un incendio. Sólo conservo una imagen que me quedó grabada en la memoria: me veo, estoy en brazos de alguien y veo una cunita de caños verdes. Es una imagen recurrente y perturbadora”.
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Operativo Castelli
Los padres biológicos de Carolina habían llegado a Santa Fe desde Rosario escapando de los represores que los buscaban. “Los perseguían desde la época de la Triple A, antes del Golpe de Estado de 1976. Se casaron a escondidas; yo nací en el hospital Centenario de Rosario, también a escondidas, y Enrique no pudo ir a conocerme porque ya habían asesinado a un hermano de Blanca, torturado a los otros y mi abuelo biológico recibía palizas durante los operativos de búsqueda”, relata.
“No sé cómo llegaron a la casita de calle Castelli. Alguna vez me contaron que estaban a días de escaparse a Brasil y alguien los mandó al frente”, cuenta Carolina. “Aquel 11 de febrero los milicos atacaron a balazos primero la casa de la esquina, donde vivía un chofer de Gobernación. Pero una vecina —que más tarde se suicidó— les dijo que se habían confundido de casa y les señaló en la que estábamos nosotros. Y al mediodía cayeron a buscarnos”.
Blanca Josefa Zapata y Enrique Cortassa Archivo.
“Blanca resultó herida en la balacera y a mí me rescatan a la rastra, envuelta en una sábana llena de sangre, y me entregan a un vecino que les pidió curarme. Me bañan y se dan cuenta de que la sangre era de mi madre: yo no estaba herida. Más tarde me buscan los militares y me llevan al centro clandestino donde me encierran tres meses junto a Enrique (su padre). Nunca supe a dónde quedaba; dicen que era una comisaría. Yo tenía apenas 14 meses”. Una comisaría que fue centro clandestino de detención es la ex Comisaría 4°, hoy Espacio de Memoria.
“Fui dos veces a esa casita de calle Castelli pero no entré. La primera vez fue en el ‘98 y estaba igual. Luego volví en 2016, cuando pretendimos colocar una baldosa por la memoria e hicimos un acto simbólico porque la dueña se opuso”. Más tarde Carolina contará que hoy le cuesta volver a la capital provincial: los recuerdos le hacen mal. “Conservo fotos de la casita”, dice, “también llevé donaciones a Casa Cuna, pero me cuesta ir a Santa Fe, porque vuelvo a la época del juicio, y aparecen esos rostros perturbadores”.
“Soy de Abuelas”
Carolina recuperó su identidad gracias al apoyo de mucha gente cercana y al trabajo de Abuelas de Plaza de Mayo. Este miércoles 22 de octubre —mes de la Identidad— se conmemora el Día Nacional del Derecho a la Identidad. En el marco del 48° aniversario de dicha institución, convocan a participar de la campaña “Soy de Abuelas”, una acción colectiva para visibilizar la búsqueda de los nietos y nietas que aún faltan. “Sólo sosteniendo la pregunta por la identidad podremos encontrar a los desaparecidos vivos de la última dictadura”, explican desde Abuelas. Y la historia de Carolina da cuenta de ello.
Carolina Guallane con Abuelas, en 2022. Archivo.
“Muchas veces se piensa que la identidad es el nombre y apellido, lugar y fecha de nacimiento. Cuando recuperé mi identidad muchos pensaron que era sólo eso. Pero en realidad el proceso había comenzado antes, en mi búsqueda, cuando fui descubriendo datos, hasta que me encontré con mi familia biológica. Allí recuperé mis raíces, mi historia, la de mis padres, su militancia, así que es todo eso, no sólo un nombre. Eso hace a mi identidad”, dice Carolina.
-¿Qué te cambió saber quién sos?
-Todo. Si bien yo estaba muy feliz de ser Carolina Guallane, que es el nombre que me dieron mis padres adoptivos y decidí luego mantenerlo, conocer la verdad fue liberador, porque había muchas preguntas sin respuesta en la adolescencia. Había cabos sueltos y no cerraba mi historia. Recuperar mi identidad habla de quien soy, mi sangre. Eso me dio plenitud.
-Casos como el tuyo todavía hay pendiente muchos en Argentina. Abuelas sigue buscando a los nietos expropiados por la dictadura. ¿Qué le decís a quien te lee acá y duda sobre su identidad o tiene información sobre un posible caso cercano?
-Cuando se dio a la luz mi búsqueda, en 1998, hubo mucha repercusión nacional e internacional porque era la primera vez que la búsqueda era al revés, no era una abuela que buscaba a su nieta sino una nieta que buscaba a su familia. Tenía 21 años y estaba en condiciones de hacerlo. Y tras acudir a Abuelas hubo un boom de jóvenes que también se acercaron con dudas sobre su identidad. Lo importante es no tener miedo. Así y todo hay mucha gente a la que le cuesta hablar. Pero es necesario que lo hagan porque todavía hay muchos nietos que desconocen su historia de vida. Cada dato es un granito de arena en el trabajo que iniciaron las Abuelas y ahora tomaron la posta los nietos. Hay que vencer el miedo y acercarse a aportar información.
Carolina Guallane mira a sus padres biológicos, durante la reunión en Abuelas. Archivo.
-Imagino que ese miedo no es sólo de quien busca su identidad sino también de la familia que lo adoptó.
-Exactamente, en mi caso teniendo dudas también, porque Blanca Soria les dijo a mis padres adoptivos que mis padres biológicos habían muerto en un accidente automovilístico y no tenía familia ni nadie me reclamaba.
-¿Qué te llevó a pensar que podías ser hija de desaparecidos?
-Cuando tenía 7 u 8 años tenía pesadillas. Soñaba con explosiones, sangre y gente con uniformes. Les contaba a mis amigas. Nunca había una respuesta para ello. Pero más tarde Blanca Soria le confesó a mi madre adoptiva que mis padres no habían muerto en un accidente sino que habían sido asesinados en un enfrentamiento anti subversivo. Mis viejos se quedaron helados y cuando tuve una edad acorde, en la adolescencia, hablaron conmigo. Yo no quería buscar. Tenía miedo de que me separaran de ellos. Pero a los 13 años, en la secundaria, durante una clase de historia, una profesora más jugada se animó a hablar del tema con palabras como desaparecidos e hijos de desaparecidos. Ahí sentí por primera vez que hablaban de mí.
Carolina Guallane junto a Estela de Carlotto. Archivo.
-¿Qué pasó entonces?
-Llegué a casa, mi vieja cocinaba, y le pregunté: ¿yo soy hija de desaparecidos? Se dio vuelta y se largó a llorar. Me contestó: hija, eso es lo que nos dijeron, pero no se si es la verdad. Si vos querés salimos a buscar la verdad. No quise. Tenía mucho miedo. Me tiré en la cama a llorar. Después pensé esperar a tener 18 años para, en el caso de que sea necesario, decidir con quién quería quedarme. Mi documento decía “Nacida en Santa Fe el 4 de abril de 1976”. Así que tuve una adolescencia de mierda y dejé de festejar mi cumpleaños. A los 18 me fui a estudiar abogacía a Rosario, volvieron las pesadillas, fui a una psicóloga y me dijo: “Es hora de que empieces a reconstruir tu historia”. Y decidí comenzar la búsqueda, acompañada de mi novio, quien hoy es mi esposo (Daniel).
Una búsqueda
La búsqueda comenzó allá por 1995 en la ciudad de Santa Fe. “El primer lugar al que fuimos fue a la casa de Blanca Soria, quien ya había muerto. Nos recibió su hermana Irma y me dijo: ‘Mi hermana colaboró en ubicar a un montón de chicos. Pero se llevó todo a la tumba. Lo único que te voy a confirmar es que sos hija de desaparecidos’. Después fuimos a Abuelas y dimos vueltas 3 años, nadie me decía nada”.
-¿Cotejaron tu ADN con el Banco Genético con resultado negativo?
-Así es. Yo dejé mi sangre en 1998 pero mis abuelos biológicos, no. Nunca me buscaron. Lo digo sin rencor. Unos eran gente que vivía en el medio del monte, en Entre Ríos, y los de Rosario tenían mucho miedo, habían sufrido mucho, al punto que cuando mi padre se fue mi abuelo Agustín Cortassa fue a la comisaría a dejarlo asentado para que no vuelvan a hostigarlo.
Carolina Guallane es Paula Cortassa Zapata. Archivo.
La primera pista certera para recuperar su identidad fue una publicación periodística en el programa televisivo que conducía Guillermo Tepper en Cable & Diario, el 7 de junio de 1998. “Tenía el dato de mi búsqueda. Me entró un miedo tremendo. Me propuso hacerlo público. Al día siguiente, a las 6 de la mañana tenía a todos los medios del país y del mundo en la puerta de mi casa y el teléfono sonaba a toda hora sin parar. Una locura. Conservo publicaciones de todo el mundo.
-¿Qué había pasado?
-Era la primera nieta que buscaba a sus abuelos. Esa fue la clave. Entonces aproveché la oportunidad, puse la cara y conté mi historia preguntando si alguien me veía parecida o si sabía algo. Al mes me llamó una tal María Esther Baigorria, una vecina que vivía a la vuelta de mis abuelos de Rosario, que me había visto en Canal 3 y le había resultado parecida. Me buscó en la guía telefónica. Llamaba todo el mundo y era una más, así que me tomé las cosas con calma.
Carolina Guallane es Paula Cortassa Zapata. Archivo.
Más tarde la mujer puso en contacto a ambas familias e intercambiaron fotografías. “Cuando mi mamá (adoptiva) vio la foto de Blanca (su madre biológica) dijo: “Esta es la mamá de Carolina”. Ahí comenzó la investigación. “Más tarde recibo una carta por correo con una foto de la bebita Paula. Al verla dije: ‘soy yo’. Pero pensé que era una broma. Supuse que era una foto nuestra que nunca me habían mostrado. ‘¿Qué me vienen con una tal Paula?, esta foto es mía, soy yo’, dije. O sea que seguía negándolo. Entonces mi madre (adoptiva) me dijo: “Es Paula, sos vos”. Sólo faltaba la prueba de ADN.
-Allí es cuando la prensa publica la foto de la beba Paula y la mujer Carolina, bajo el título “¿Y si Carolina es Paula?”.
-Así fue. En agosto del ‘98 se hicieron las extracciones de sangre y más tarde, el 25 de noviembre, se conoció el resultado de la prueba de ADN. Entonces la prensa publicó: “Carolina es Paula”.
Carolina Guallane junto a sus padres adoptivos, durante la conferencia de prensa ofrecida cuando recuperó su identidad y supo que es Paula Cortassa Zapata. Archivo.
Hoy Carolina vive en Venado Tuerto junto a su familia: su esposo Daniel y su hijo Nicolás, de 21 años. Su búsqueda sigue. No sólo por los nietos que faltan sino por la posible existencia de un hermano o hermana. Es que al momento del secuestro su madre estaba embarazada. “A lo largo de los años hubo personas que se comunicaban conmigo pensando que podían ser mi hermano. Siempre les planteé que se acerquen a Abuelas, pero tenían miedo. Hay que vencerlo y acudir a ellas”, dice.
-¿Qué sabés de ese posible hermano o hermana?
-Cuando yo tenía un año y dos meses, Blanca (su madre biológica) estaba internada en el hospital Cullen en coma profundo producto de un balazo en la cabeza y se encontraba con un embarazo a término de presuntamente un varón. Unos médicos residentes dicen que encontraron el feto fuera del vientre. En la investigación judicial la por entonces fiscal Griselda Tessio preguntó si no fue algo armado, es decir, si le habían quitado el bebé y le “plantaron” otro bebé muerto por otras circunstancias. El doctor Coli constató la muerte del bebé y declaró que estaban unidos por el cordón umbilical. Lo cierto es que el cuerpo de mi hermano nunca apareció. Las dudas siempre quedaron. Coli podría haber sido colaborador de la dictadura.
-¿Lo seguís buscando?
-Lo busqué durante un tiempo. Una vez, por ejemplo, me encontré con una chica de Carlos Paz que había sido adoptada y era muy parecida a mí. Pero la búsqueda me alteraba mucho emocionalmente. Entonces, por mi tranquilidad un día dije “ese bebé murió y ya está”. Pero Abuelas lo sigue buscando. Si el destino me dice lo contrario y me encuentro con él sería una felicidad enorme. Pero no me estoy moviendo para encontrarlo.
Todo está guardado en la memoria.. Archivo.
En 2022 Carolina recibió de Abuelas el archivo biográfico familiar. “Fue hermoso”, dice, “no sólo lo que me entregaron sino también el recibimiento, la contención, el amor que me hicieron sentir, sobre todo de Estela (de Carlotto). El archivo contiene testimonios de la gente que quiso a mis padres biológicos. Me sirvió muchísimo para conocer más a Blanca y a Enrique. Lo vuelvo a leer cada vez que puedo. Hay detalles de la vestimenta, los gustos, el carácter, que me identifican y me causan mucha gracia. Es muy loco como entro en ese mundo. Me hace muy bien y me colma el alma”.
-La historia de tu identidad también tiene que ver con tu hijo Nicolás.
-Por supuesto. Nico de chiquito conoció la historia con un lenguaje sencillo. Siempre lo supo. Le ha tocado atravesar situaciones dolorosas, porque lamentablemente tuve depresión, algo que no me había pasado hasta antes de ser mamá. Ahora estoy bien con ayuda médica. A él siempre le expliqué por qué estaba así y lo que me había sucedido. Cada 24 de marzo le tocaba hablar en el aula del colegio. También es su historia y forma parte de su identidad.

