"Memorias"
David Lebón celebra "La magia de estar aquí", el libro que lo dice casi todo
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La obra, co-escrita con el periodista Marcelo Fernández Bitar, recorre vida y obra del músico de supergrupos como Pescado Rabioso, Serú Girán, Pappo’s Blues y Color Humano.
(Por Leonardo Pez) - En sintonía con el cumpleaños 73 de David Lebón, Planeta publicó “La magia de estar aquí” (2025), libro de memorias nacido a partir de charlas con Marcelo Fernández Bitar. La obra llega en un momento refundacional del multi-instrumentista argentino, abrazado por su público y por la crítica en esta última década (Premio Gardel de Oro, incluido).
Además, se puede ver como un ejercicio palmario de escucha del periodista especializado en rock (actualmente editor de Música en Clarín) y escritor de volúmenes como “50 años de rock en Argentina”, “Soda Stereo. La biografía total” y “La vida secreta del rock argentino”. Un ejercicio-oficio que no se despega nunca de la voz de Lebón. Marcelo oye, graba y anota. Editará -sí-, pero no se percibe signo alguno de intromisión o contaminación discursiva. Si el lector cierra los ojos, podrá sentir el grano de una voz que supo cantar “Mundo agradable” o “El tiempo es veloz”. Algo de ese “duende” del que habla Pedro Aznar en el prólogo. En comunicación con El Litoral, Fernández Bitar dio detalles sobre el proceso de gestación de las memorias de una pieza clave del rock argentino.
“Le demuestra a la nueva generación que se puede mantener siempre esa frescura, esa emoción y esa vitalidad del comienzo”, resume Fernández Bitar sobre el fenómeno de Lebón. Foto: Gentileza Planeta
Te lo está contando
-¿Cuándo nace este “encuentro supremo” con Lebón?
-A David, por suerte, lo vengo entrevistando desde que empecé. Seguramente fue uno de mis primeros reportajes a los 19 años, cuando él había sacado “El tiempo es veloz”. Empezaba su carrera solista. Como siempre estuve trabajando en esto (en revistas de rock, en diarios, en suplementos, en programas de televisión, de música), lo iba viendo regularmente. Decir que se formó una amistad sería exagerar un poco, pero había una muy buena relación de periodista-entrevistado, especialmente mucha confianza.
David dio un show en La Usina del Arte “unos minutos antes de la pandemia”. Cuando bajé a saludarlo, él y su pareja me comentaron que querían hacer un libro. Me preguntaron si me animaba a hacerlo. Ahí mismo dije que sí. Y ahí mismo hablamos de la idea de autobiografía -una definición que me parece tramposa porque hay otra persona ayudando-, aunque el título dice “memorias”, con lo cual abre un poco el juego.
Pero había un problema que yo no había visto en mis otros libros. Si realmente era una autobiografía, me lo tenía que contar todo él. Yo no podía entrevistar a Héctor Starc ni hablar con otros periodistas o con su familia. Entonces, fue difícil armar la dinámica.
En los primeros dos años (de cuatro en total) nos debemos haber visto entre diez y quince veces, que es bastante poco. Pero después le fuimos encontrando la vuelta para juntarnos. Creo que no hice ninguna por Zoom, ni siquiera un minuto después de la pandemia. Yo me iba hasta la casa y nos juntábamos ahí para darle forma y charlar sobre la estructura.
Hasta antes de entrar a imprenta era 100% cronológico: mi padre, mi madre, mi infancia, mi viaje a Estados Unidos, la vuelta a la Argentina. Yo venía con ganas de empezar con una anécdota muy rica y después hacer el flashback. Y me pareció que la anécdota de David en España con Pappo y algunos ex Los Gatos era muy divertida. Era una linda puerta de entrada para que no sea tan esquemático.
-¿Cómo es charlar con David?
-Como muchos artistas, es bastante disperso en las respuestas y eso se ve en cualquier reportaje. Yo simplemente lo dejo hablar y después lo traigo de vuelta, como hago con las notas para gráfica. Había muchos momentos que David no los tenía muy presentes, entonces yo se los refrescaba con alguna anécdota o llevaba los discos en vinilo para que los recordara palpándolos.
Charlar con David siempre es muy divertido: tiene muy buen sentido del humor, a veces en el límite de lo políticamente correcto o lo que era humor hace 30 años. Es muy emotivo, se emociona fácilmente al recordar momentos de su vida: su familia, su madre, sus hijos. Tiene un momento en el que va más allá de la pregunta-respuesta lineal y busca dar un mensaje sobre para qué estamos acá, qué estamos haciendo en este mundo y que tenemos que estar tranquilos que todo va a estar bien. Es tal como uno se lo imagina, como uno lo percibe en el escenario. Él habla mucho en el escenario y conversar con él es muy similar a ese tono.
-Se nota una alta fidelidad a la voz narrativa del artista, ¿cómo fuiste construyendo ese ritmo o tono de la obra?
-Los dos teníamos esa premisa de hierro clavada en mármol de que era una autobiografía. Tenía que estar hablando él en primera persona, recordando, quizás haciendo una pequeña broma entre paréntesis. Me pareció que lo más lógico, lo más real, lo más natural, era mantener ese tono coloquial, como si él estuviera hablando con alguien. Lo que logramos con el libro es que uno siente que David te lo está contando.
“David pudo empezar a cosechar lo que su talento merecía porque empezó a tocar regularmente”, reflexiona el entrevistado. Foto: Gentileza Charlie Piccoli
Episodios increíbles
-Y en la brevedad, brillan esos elementos claves que no pueden faltar en ninguna biografía que se precie de tal.
-Si uno examina la vida de David Lebón, todo lo que hizo hasta ahora y todo lo que vivió, los episodios increíbles no son solamente musicales. Su madre fue espía en la Segunda Guerra Mundial, cayó en un campo de concentración y fue torturada. Su padre murió bastante joven y a David le agarró una reacción psicológica que se convirtió en un asma muy difícil. Por eso, la madre decidió, por consejo médico, llevarlo a un lugar con otro clima y terminaron en Miami. Ahí es donde él vio a Jimi Hendrix. Fueron a Nueva York y vio a los Beatles. Realmente, es un protagonista y testigo de toda esa época increíble del rock de los últimos 50, 60 años.
-David reconoce que tenía todo para quedarse en Estados Unidos, pero allá estaba todo hecho (todo sonaba bien, la vida funcionaba mejor), y acá había algo para hacer. Había una misión por cumplir.
-Sí. También esa sensación de que, tal vez, en Estados Unidos tendría mucha competencia y acá todo se estaba empezando a hacer. David entró en el momento justo y tuvo el golpe de suerte en 1969. Estaba en un rock club donde se juntaban todos los rockeros de la época. El que estaba en el escenario, sabiendo que él tocaba bien, le pasó la guitarra tal como habían hablado antes del show. Y ahí David logró mostrar lo bien que toca. Esa misma noche, prácticamente, Pappo lo invitó a tocar en Pappo’s Blues y Billy Bond en La Pesada. Él era y es muy bueno, muy talentoso. Pero eran muy pocos los que habían ingresado a ese mundo... y él ingresó enseguida.
-Y entre sus compinches, sus amigos del alma, siempre destacó al Flaco.
-Él armó una amistad muy fuerte con Luis Alberto Spinetta y terminaron viviendo juntos. Luis se fue a vivir a la casa donde estaban David y su hermana, su casa de infancia. Y ahí es donde David, a quien siempre le gustaba tocar instrumentos (la batería, el bajo, la guitarra), vio de cerca, de manera cotidiana, lo que era un compositor que no podía parar. David cuenta que se iba a buscar ropa linda para usar en el show del fin de semana, y cuando volvía Luis había compuesto cinco canciones. Y, en vez de sentir que perdía en la comparación ante un genio tan increíble, ese contacto le inyectó entusiasmo y ganas de componer. Así arma su primer tema. A Luis Alberto le encanta y lo incentiva. El Flaco es el gran amigo y el gran mentor de David como compositor.
“El Flaco [Spinetta] es el gran amigo y el gran mentor de David como compositor”. Foto: Gentileza Charlie Piccoli
Todo lo que hizo
-¿Por qué tardó tanto en llegarle el reconocimiento a Lebón?
-Creo que David tuvo una muy exitosa y muy buena carrera solista cuando dejó de ser el coequiper de muchas bandas como Pescado Rabioso, Polifemo y Serú Girán. Me parece que lo que influye en el reconocimiento es que en la época en que el rock se hace absolutamente masivo y popular, es el fin de semana perdido de David. Fue a Mendoza con la propuesta de tocar en un boliche los fines de semana y se quedó viviendo diez años. Ahí es donde, él mismo lo cuenta, se profundizó su alcoholismo. Cuando David pudo dejar el alcohol y las drogas -en lo que ayudó muchísimo su pareja, actual manager y flamante esposa-, empezó a cosechar lo que su talento merecía porque se puso a tocar regularmente. Hacia 2015 ya estaba llenando varias veces por año La Trastienda, hace un Teatro Ópera, un Gran Rex. Fue subiendo escalón por escalón hasta llegar al Luna Park y al Movistar Arena. En el medio, el reconocimiento de los colegas y la industria con el premio Gardel.
-Da la impresión de que se hizo cargo de lo que fue generando, de ese legado en vida, asumiendo que ya es un clásico de nuestra música popular.
-Acordate que llegó por su primer disco de dúos, donde regrabó algunas de sus canciones más conocidas con todo tipo de artistas de todo tipo de generaciones y de estilos musicales. El disco ya era un reconocimiento de sus pares y una admiración. Todo eso fue desembocando en el merecidísimo Gardel que lamentablemente no lo pudo recibir en un auditorio porque fue el único que se entregó de manera virtual en 2020. Se lo merecía y él se está permitiendo, dentro de su modestia, sentirse reconocido e importante.
-Y está girando mucho, como si tuviera 20 o 30 años.
-Impresiona todo lo que hizo David Lebón, la cantidad de bandas legendarias que integró. Parece que nació con el rock argentino, aunque nació medio minuto después (ya habían estado Los Gatos, por ejemplo).
David tiene 73 años recién cumplidos. Hay una cosa que se aprendió con el rock en los últimos años: el rockero cuando se convierte en adulto mayor puede seguir tocando. Ahí tenés a Paul McCartney, a Mick Jagger, como faros que le está diciendo a todos los músicos: “Ponete las pilas que la podés seguir pasando bien, cantando y tocando a los 85”. Hay mucho porvenir y nos pasó con el libro mismo.
Volviendo al libro, a medida que íbamos charlando iban sucediendo nuevos hitos en su carrera... Entonces decíamos: Bueno, la cortamos acá. ¡Y David hacía algo más grande unos meses después! Bueno, la cortamos acá. Cuando fue telonero de Eric Clapton en Vélez, nos miramos con él y con Pato, y dijimos: “Pase lo que pase, acá ponemos el punto final de este libro”. Y si se reúne con Pedro Aznar y hacen las canciones de Serú Girán y sacan otro disco y siguen ocurriendo cosas, quedará para un segundo volumen... o para demostrar lo vital que sigue siendo su carrera.
“Charlar con David siempre es muy divertido y emotivo”. Foto: Gentileza Charlie Piccoli
Transmitir con amor
-La presentación del libro fue muy emotiva, también.
-Sí. Hicimos una charla donde la moderadora fue Ayelén Velázquez [Mega, Focco] y, hacia el final, se abrió el juego al público. Hubo unas tres, cuatro preguntas. Cuando ya se había dicho que venía la última, apareció una chica de 14 años que con la primera palabra estalló en llantos incontenibles. Balbuceaba que lo admiraba y amaba porque la ayudó en momentos muy difíciles de su vida. David le dijo “Vení” y se abrazaron. Los dos estaban muy emocionados: ella de estar con el músico que admira, él con una fan tan chiquita que decía cosas tan emotivas y lindas sobre él. Y se largaron los dos a llorar.
-¿Qué lecturas entendés que pueden hacer las nuevas generaciones de una figura como la de David Lebón?
-Creo que la carrera de David le demuestra a la nueva generación que se puede mantener siempre esa frescura, esa emoción y esa vitalidad del comienzo. David es un tipo con una carrera gigantesca de 60 años, y sigue teniendo los nervios antes del show y las ganas de tocar en vivo. Mantiene un entusiasmo que es admirable.
A mí me parece que uno de los síntomas y características del rock argentino es que no está todo hecho, todavía todo está por hacerse. Los chicos se juntan en los garages y arman bandas muy ilusionados. Parecen estar un poco menos metidos en la industria que en otros países, aunque todos los chicos saben cómo se maneja todo para no ser estafados por manager. Pero, fíjate, cuántos artistas de música urbana han sido estafados por su manager. O sea, la vieja historia del rock and roll: del manager que le daba un contrato miserable a alguno de los pioneros de la época de Elvis Presley. Les sacan los derechos autorales, les clavan un contrato leonino... Y todavía la gente lo que recibe de David es que primero hay que tocar, hay que crear, hay que transmitir con amor (y todas esas sensaciones que son tan inherentes a su música).
-Y en una era de tanto odio, su presencia resulta revolucionaria, contracultural...
-Así como te contaba lo emotivo que es charlar con David, cuando se largó la guerra de Rusia contra Ucrania, él se acordaba de lo que era la guerra para su madre y estallaba en llantos... Cancelamos una charla ahí en el momento o unas horas antes. David estaba muy afectado por todo lo que estaba pasando, es muy permeable a lo que sucede, se emociona y se siente triste genuinamente.
-¿“La magia de estar aquí” tendrá una segunda parte?
-No hay nada formalmente charlado. El libro está abierto porque la carrera de David sigue generando nada menos que la reunión de Serú Girán. Fijate todo lo que está pasando. Estas últimas semanas cuando nos encontramos con David me dijo: “Me estoy acordando de otras cosas, tenemos que hacer un segundo volumen”. Como que, de tanto hablar y recorrer u hojear el libro, le va disparando algunos recuerdos. Así que lo que le digo a él y a Pato es: “Anótenlo. Grábenlo con el teléfono. Hagan algo, pero que no se pierda”.

