Nació de nuevo
El hombre que volvió de la muerte existe... y vive en Santa Fe

A 55 años del accidente que cambió su vida para siempre. Guido Pallero, el próximo 26 de agosto cumplirá 83 años y conserva intacta la lucidez para contar su historia: la de un hombre que fue dado por muerto y regresó a la vida gracias a una monja.
Por Darío Chiapello y María José Valdéz (El Litoral)
"Siempre digo que lo mío fue un milagro", afirmó en diálogo con Danilo Chiapello. Aquella tarde del 12 de julio de 1970, mientras filmaba la tradicional carrera de automovilismo en Rafaela para Canal 13, fue atropellado por el auto del corredor Andrea Vianini, que venía a 240 km/h.
"Me llevaron muerto al hospital. Estaba en la morgue, tapado con una sábana. Pero una monjita me vio mover la mano. Y acá estoy."
La monja que notó lo imposible
El impacto lo dejó clínicamente sin vida. Lo llevaron directo a la morgue con el certificado de defunción listo. Fue en ese momento cuando una monja del hospital de Rafaela advirtió que su mano cayó sobre la suya. "Dio aviso de inmediato. Me pusieron oxígeno y detectaron que tenía seis pulsaciones por minuto", recordó Guido.
"Si no hubiera sido por esa monjita, no estaría contando nada. Es increíble, pero es verdad."
Así comenzó su milagrosa recuperación, contra todos los pronósticos. Estuvo cuatro meses en coma y fue operado de urgencia sin anestesia porque no respondía a los medicamentos. Le extirparon un pulmón y un riñón.
Cuando despertó, no recordaba nada. Ni siquiera haber ido a filmar aquella carrera. "Todo lo que cuento es lo que me contaron después. Yo no me acuerdo ni del accidente ni del hospital. Nada."

El accidente contado por él mismo
"Yo sabía que Andrea Vianini era un piloto que se daba trompos seguido. Estaba detrás del guardrail, esperando la mejor toma", relató. Vianini venía rápido, perdió el control, hizo dos trompos y lo embistió de lleno.
"Me levantó por el aire y me destrozó. Me cargaron a la ambulancia en pedazos. Salieron sin sirena, porque estaba muerto."
En el hospital lo dejaron en un pasillo mientras avisaban al canal para que enviaran a alguien a reconocer el cuerpo. Fue en ese momento, cuando preparaban el traslado a la morgue, que ocurrió el milagro.
"Estaba tapado con la sábana cuando la monja me destapó. Al caer mi mano sobre la suya, se dio cuenta que estaba vivo."
La historia es increíble, pero cierta. Guido muestra aún hoy su cuerpo sin una sola cicatriz visible.
"No tengo marcas, ni señales, nada. Me falta un pulmón y un riñón, pero ni una cicatriz. Es un milagro."

Del campo a la cámara, de la muerte a la vida
Guido Pallero nació en la zona rural de Recreo. Trabajó de chico como bollero y quintero. Llegó a Santa Fe sin estudios, con hambre de aprender. En Canal 13, único canal de la ciudad en aquel entonces, se formó como camarógrafo filmando "Hombres y Máquinas", el programa de Carlos Larriera.
"Se filmaba todo con una sola cámara, había que editar en cámara. No como ahora."
No tenía estudios formales, pero su pasión lo llevó lejos. Estuvo en actos con presidentes y gobernadores. Aprendió el oficio de mirar, de insistir, de perfeccionar.
"Aprendí mirando a los que sabían. Nadie me regaló nada. Fue todo a fuerza de trabajo."
La familia Celano de Rafaela le regaló una réplica del auto que lo atropelló. La conserva como recuerdo de que todo es posible.

Un mensaje de fe
Cada 12 de julio celebra su "segundo cumpleaños". Sabe que su historia parece sacada de una película. Por eso no se cansa de repetir que su vida es una lección de fe.
"Creo en Dios profundamente. A veces me pregunto por qué me tocó a mí. Pero agradezco cada día estar vivo."
Durante la entrevista, recordó el reencuentro telefónico que logró El Litoral con Andrea Vianini en 1997. El piloto nunca supo que había sobrevivido. "Se quebró en llanto al saberlo. Yo le dije: vos ibas a 200 con tu auto y yo con mi cámara. Pero 27 años después, acá estamos los dos."
Ese diálogo fue tapa de la Revista Nosotros, con una nota que retrató la historia de dos hombres unidos para siempre por un accidente.

El hombre que no guarda rencores
Hoy, con casi 83 años, Guido sigue riéndose de sí mismo. Se define como alto, elegante, rubio y de ojos celestes. Se pregunta cómo lo ven los demás, pero asegura que la vida le dio todo lo que pudo darle.
No tiene cuentas pendientes, ni odios, ni rencores. Solo gratitud y la convicción de que está vivo por algo.
"Estaba muerto. Pero volví. Y sigo estando."