Cambios en el ícono porteño
El Obelisco ya tiene mirador, y se puede llegar en ascensor
A casi 89 años de su inauguración, se habilitó un elevador interno que permite llegar a un nuevo mirador en la cúspide del monumento. La propuesta busca generar una experiencia turística activa y patrimonial.
La Ciudad de Buenos Aires sumó esta semana un nuevo atractivo turístico y cultural: por primera vez en su historia, el Obelisco permite visitas internas y habilita un mirador a 67,5 metros de altura, desde donde es posible contemplar una vista privilegiada de los cuatro puntos cardinales del microcentro porteño.
El proyecto, impulsado por el Gobierno de la Ciudad, contempló la instalación de un ascensor interno que no altera la estructura original del monumento, declarado Monumento Histórico Nacional. La iniciativa busca resignificar el valor patrimonial del Obelisco y transformarlo en una experiencia inmersiva, integrando a vecinos y turistas en su historia viva.
“Este gran proyecto de ingeniería revaloriza uno de los símbolos porteños y lo pone a la altura de las grandes capitales del mundo”, aseguró el jefe de Gobierno, Jorge Macri, durante el acto inaugural realizado en el lugar junto a autoridades y funcionarios.
Una obra pendiente desde 1936
El Obelisco fue inaugurado el 23 de mayo de 1936 para conmemorar el cuarto centenario de la primera fundación de Buenos Aires. Fue diseñado por el arquitecto Alberto Prebisch en un estilo racionalista sobrio, con la intención de generar un punto de referencia vertical en el cruce de las avenidas Corrientes y 9 de Julio.
Desde su origen, existió la intención de dotarlo de un ascensor para el acceso del público. En una carta de ese mismo año, el entonces intendente Mariano de Vedia y Mitre expresó ese deseo al Gobierno Nacional. Sin embargo, el proyecto quedó inconcluso... hasta ahora.
La obra recientemente finalizada incluyó la colocación de un ascensor con una pared vidriada y otra con pantalla multimedia, que permite subir hasta el tramo superior en aproximadamente un minuto. La puerta de ingreso, ubicada sobre la Plaza de la República, da paso a una pequeña antesala desde la que se accede al ascensor, tras subir ocho escalones.
Del ascensor al mirador: una experiencia para pocos
El recorrido continúa con una escalera metálica de caracol de 35 escalones que permite llegar al mirador: un espacio reducido que cuenta con cuatro pequeñas ventanas orientadas a cada punto cardinal. Desde allí se pueden observar con claridad el Teatro Colón, el Congreso, el Río de la Plata y el centro financiero, entre otros hitos urbanos.
El ministro de Espacio Público, Ignacio Baistrocchi, explicó que el ascensor fue ensamblado en el interior del monumento y que la intervención se realizó sin comprometer la integridad estructural del Obelisco. Se reforzaron sistemas eléctricos, se fijó la escalera en una base adaptada, y se colocó un nuevo pararrayos -el primero en ser cambiado desde su inauguración- con operarios suspendidos desde una grúa de gran altura.
“Es una obra de precisión que requirió ingeniería especializada, ya que la puerta original es el único punto de ingreso y no se podía intervenir el exterior del monumento”, detalló.
Visitas gratuitas y proyección turística
Durante el mes de mayo, en coincidencia con el aniversario del Obelisco, se realizarán visitas gratuitas para residentes, con inscripción previa y cupos limitados. En paralelo, el Ente de Turismo de la Ciudad (ENTUR) inició un proceso licitatorio para definir la concesión de la operación turística del espacio.
La propuesta contempla también el desarrollo de una museografía interna que permita contextualizar la historia del Obelisco y sus transformaciones a lo largo del tiempo.
“El mirador nos va a dar la posibilidad de ofrecer una experiencia superadora, que va más allá de la típica selfie. Buenos Aires tendrá, finalmente, un punto panorámico emblemático y abierto al público”, destacó Valentín Díaz Gilligan, presidente del ENTUR.
Un ícono que sigue evolucionando
El Obelisco ha sido testigo de múltiples hitos históricos, celebraciones populares y transformaciones urbanas. Originalmente revestido en lajas de piedra calcárea cordobesa, su fachada fue reemplazada por revoque en 1939 tras desprendimientos. Su condición de símbolo nacional ha generado debates y, en ocasiones, intervenciones artísticas y políticas.
Hoy, casi 89 años después de su construcción, se convierte también en una experiencia vivencial. Con este nuevo paso, Buenos Aires no solo recupera un símbolo, sino que lo reinventa para las nuevas generaciones.