Este miércoles
El Senado distingue al fundador de la histórica fábrica de bolitas de San Jorge
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Víctor Hugo Chiarlo inició la producción de las tradicionales esferas de tantos juegos infantiles. Una historia de "balones", "balitas", "chinas", "lisas", "quemeras" y "porcelanas" que desde hace más de 60 años convoca a la puntería desde el departamento San Martín.
La Cámara de Senadores de la Provincia de Santa Fe reconocerá al fundador de la fábrica de bolitas "Tinka", Víctor Hugo Chiarlo, en un homenaje que se realizará este miércoles 5, a las 16.30, en el Palacio Legislativo, en cumplimiento de una resolución del cuerpo iniciada por el senador Esteban Motta (UCR-San Martín).
Los representantes de los 19 departamentos votaron por unanimidad esa celebración para el empresario por "su invaluable aporte al desarrollo productivo, cultural e histórico de la localidad de San Jorge", en el departamento mencionado.
El pasado 30 de octubre se votó la resolución que se cumple esta semana sin demoras. Entre los argumentos que acompañan la propuesta, el legislador sostuvo que la Tinka es "una de las mayores fuentes de orgullo" de San Jorge y remarcó que la fábrica, fundada en 1953 por Víctor Hugo Chiarlo y Domingo Vrech, se consolidó como "la única de Sudamérica", constituyéndose un "símbolo de creatividad, trabajo y pasión familiar".
El senador también explicó que "actualmente, la empresa es dirigida por las hijas de Albino Chiarlo -Rosana, Silvina y Mariana-, quienes continúan con el legado iniciado por sus mayores". En 2023, Tinka celebró 70 años de vida y en esa ocasión Víctor Hugo Chiarlo fue declarado Ciudadano Ilustre de San Jorge.
La empresa de San Jorge en plena faena de empaque en 2023.
"Recientemente, junto a su hijo Lucas, presentó el libro 'Mi mundo cristalizado', donde relata sus vivencias y los orígenes de este emprendimiento que convirtió a San Jorge en referente regional y nacional", subrayó Motta.
Consideró que homenajear a Víctor Hugo Chiarlo significa "rendir un reconocimiento a su ejemplo de trabajo, innovación y amor por su comunidad".
La conocida firma es la única productora de las "bolitas" que también en parte de la ciudad de Santa Fe, como en Paraguay, se suelen llamar "balitas" como si fueran una munición (de hecho se han usado con esos fines, en décadas salvajes atrás, gomera u hondas mediante).
De tincazos y recuerdos
Quien busque en el diccionario de la RAE y -en sus recuerdos- observará que con "bolitas" se remite de inmediato al muy español juego de "canicas", un término que no le hace justicia a la belleza de una bolita, a sus preciosos colores en medio del siempre noble vidrio.
Sin embargo, otras búsquedas hoy tan accesibles abren más nombres cuiriosos: "chibolas en Guatemala, Honduras o El Salvador; "bolinchas" en Costa Rica; "bolones", Colombia, "metras", Venezuela y las onomatopéyicas "cuicas" en los distantes México y Bolivia. Los nombres, los tamaños e incluso los materiales cambian, pero las "Tinka" de la ciudad de San Jorge remiten de inmediato al tincazo que los españoles llaman "capirotazo" y que bien describe la autoridad de la lengua: "golpe que se da haciendo resbalar sobre el pulgar la uña de otro dedo".
Nada dice la Real Academia respecto del receptor del tincazo. Además de las orejas de otro niño o alguna otra zona tentadora, bien puede ser por supuesto el impulsor para tirar una bolita. En la Argentina, las buenas prácticas del juego de las balitas disponen que así se tira y no torpemente de arrebato o con el puño: van a volar de un tincazo y con al menos una rodilla en el piso para, por ejemplo, quitar a los otros por choque las bolitas por las que se compite.
Además, claro, de antemano se fijan normas para lo que en definitiva es una juego de apuestas por un bien (no por dinero). Son las bolitas mercancías con valor de uso y rápido valor de cambio, porque se puede tener en ellas fortunas y bancarrotas en solo una siesta.
Más bolitas personalizadas.
Descripción somera
Hay reglas, que son las primeras nociones normativas que se aprenden. La cancha debe ser preferentemente de arena o, como mínimo, de un piso de tierra. En ellas se dibuja un círculo, con el dedo índice y el pulgar como pinche de un improvisado compás. (Es patético ver juegos de balita que requieren de un círculo de tiza o fibrón sobre un patio pavimentado, pero seguramente muchos habrán jugado así. Puede aceptarse con los mismos fines el dibujo de una alfombra.
Con el juego de las bolitas se puede apostar por un número de terminado de chinas (las más bellas de vidrio, caleidoscópicas en su tonalidades según les de el sol o la sombra), por cierta cantidad de lisas generalmente de arcilla quebradiza y pintadas, o por las color (de uno solo, generalmente opacas). Se evitan daños colaterales si cada participante pone en juego el mismo número limitado de bolitas y más si quedan prohibidos los balones de acero de los viejos rulemanes de tractores.
La otra opción reglamentaria, más dramática, asegura para unos risas y felicidad por un buen tiempo, pero para otros llantos y reprimendas que parecían eternas. Sucede cuando se establece que se jugará "hasta la peluncha", es decir, como hoy con las criptomonedas: con los competidores dispuestos a perder todas sus balitas bajo la creencia de que todos cumplirán las reglas. Un oportuno llamado a casa de la voz más importante de la infancia suele evitar ese fatídico desenlace.

