Reedición de un clásico
"El túnel" de Sábato: una ventana al abismo contemporáneo
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La escritora María Rosa Lojo reflexionó en una entrevista sobre la actualidad de un relato que desnuda la fragilidad humana y las nuevas formas de soledad en la era digital.
(Por Juan Ignacio Novak) - Seix Barral acaba de reeditar un clásico de la literatura argentina. Se trata de "El túnel", de Ernesto Sábato, publicada por primera vez en 1948 y desde entonces una lectura obligada para el que quiera adentrarse en el universo del autor.
Con influencias del existencialismo y también de la novela policial es, en síntesis, el viaje introspectivo de un pintor (Juan Pablo Castel) que trata de entender qué lo llevó a asesinar a la mujer a la que creía amar (María Iribarne).
Su desesperación se produce cuando descubre que la depositaria de esos sentimientos, la persona con la que creía tener una conexión espiritual, con la que podía transitar el metafórico "túnel" no es lo parece, sino una falsa construcción de su mente.
En el dolor, los celos, las inquietantes preguntas que se formula, la búsqueda de sentido que ya de entrada parece imposible y la náusea "sartreana" que lo consume, se sintetizan las oscuridades y tensiones de la condición humana.
María Rosa Lojo, escritora e investigadora, estudió a fondo la obra de Sábato. Escribió diversos artículos al respecto y coordinó una edición crítica de “Sobre héroes y tumbas”. Accedió a una entrevista para profundizar sobre "El túnel".
Seix Barral
Actualidad lacerante
-¿Qué nuevas lecturas habilita la reedición 2025 de "El túnel" en un contexto social y cultural distinto al de 1948, sobre todo en relación con la soledad, la incomunicación y la violencia?
-Ante todo, diría que la soledad, la incomunicación y la violencia están lejos de haber desaparecido. Podremos estar hiperconectados y vernos todos los días con nuestros “amigos” en las pantallas. Pero las redes son también una circulación de espejismos, cuyos usuarios “venden” (de manera metafórica o literal) autoimágenes y vidas ficticias.
¿Nos comunicamos de persona a persona, o nos relacionamos a través de un tejido de objetos fantasmales? La violencia intrasocial y la violencia internacional (narcotráfico y criminalidad, guerras atroces, migrantes que son tratados como parias, amenazas de un nuevo conflicto mundial), no dibujan un escenario más amable.
Me parece que la soledad, la incomunicación y la violencia continúan existiendo, con nuevas formas tecnológicas que incluso las profundizan de manera perversa.
La figura de Castel, un artista misántropo, asqueado ante las aberraciones de las que es capaz la condición humana (y de las que él mismo es en parte ejemplo), sigue teniendo una actualidad lacerante.
María Rosa Lojo. Foto: Alejandra López
La pared de espejos
-Sábato concebía "El túnel" como una suerte de alegoría existencial, pero también como novela psicológica: ¿cómo dialoga hoy su protagonista, Juan Pablo Castel, con las figuras actuales de la obsesión y la fragilidad emocional?
-La alienación de lo humano en un mundo virtual de ficciones manipuladas es la marca de nuestro tiempo, el túnel alucinatorio en el que nos vemos unos a otros, sin alcanzar la experiencia profunda intersubjetiva.
Todo concuerda perfectamente con lo que pasa en esta novela inicial e iniciática de Sábato. Castel, a toda costa, quiere romper la barrera, la pared de espejos, "el impenetrable muro de vidrio" que lo separa de María (y del conjunto de la humanidad).
Ventana, ventanita del cuadro o del calabozo, ventanilla del tren, túnel que se transparenta pero nunca se abre, son las imágenes acertadamente escogidas para expresar tanto el anhelo de cercanía como lo inalcanzable de la realidad exterior para el sujeto aislado en su impotencia y su indigencia afectiva.
Las ventanas informáticas, las pantallas multiplicadas del mundo actual (nuestra indecidible Matrix) se alinean perfectamente con esa serie.
Archivo
En los extremos
-“El túnel” suele leerse como una radiografía del poder masculino sobre el cuerpo y la subjetividad femenina: ¿cómo repensar hoy la figura de María Iribarne desde una perspectiva crítica contemporánea, más allá de su rol en el delirio de Castel?
-María Iribarne es una mujer que actúa libremente: se siente atraída por Castel, intersecta con él en cierta esfera, pero no entra en su locura, no se le somete de la manera que él quiere.
Castel, asesino extraviado y patético, cae en razonamientos absurdos y en las estrategias más torpes. Nunca llega a entender a María -la María total- más allá de la imagen fugazmente entrevista por las ventanas del túnel, o adivinada en la figura del cuadro.
Y menos la conoce cuanto más intenta formular teorías sobre ella, penetrar en su interioridad a través de los ojos, distorsionando a la vez la función de la sexualidad y la de la vista. No le interesa María en cuanto otro, independiente y diferente, sino que proyecta sobre ella su propio narcisismo, la hace su espejo.
Quiere desarmarla como se desarma una muñeca mecánica, estudiar los resortes de su funcionamiento íntimo. Quiere continuar espiando la verdad a través de los ojos (a través de la ventana) en un rito sádico que ocurre justamente cuando toda otra indagación debiera ceder ante la magia del tacto, ante el goce de la entrega.
No puede entregarse ni aceptar la entrega del otro (de la otra) en su verdad parcial, en su verdad distinta. La actitud de Castel hacia María oscila constantemente entre extremos.
Foto: José Ali para DPA
Se le aparece tan pronto como "una adolescente púdica", tan pronto como "una mujer cualquiera". No tolera un término medio entre la prostituta y la doncella: la mujer real, carnal, dueña de su albedrío y de su cuerpo.
Llegado el momento, María no puede impedir su propio asesinato. Pero no ha buscado su propia muerte, ha puesto distancia entre Castel y ella, ha seguido con su vida más allá, en el mundo "de los que no viven en túneles".
Esa vida independiente de él, le resulta insoportable al asesino, retratado desde su tortura interior con gran maestría literaria: "Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles".
La vigencia de la estética sabatiana
-En las reediciones a veces hay una idea de canonización, pero también de relectura crítica: ¿qué debates pendientes sobre Sábato y El túnel creés que esta nueva edición debería provocar en la crítica argentina y latinoamericana?
-Creo que la obra de Sábato debería ser recolocada en el lugar de excelencia artística que realmente tiene. En la Argentina (no fuera de ella por cierto), se la ha postergado por diversos motivos.
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Algunos estéticos (era Borges, con su poética restrictiva, antibarroca y antinovelesca, el modelo dominante) y algunos otros políticos que se apoyaron en afirmaciones falsas: no es cierto que Sábato fuera indiferente a la suerte de intelectuales y artistas secuestrados y desaparecidos.
Lo prueban sus declaraciones en los diarios al día siguiente del famoso almuerzo con Videla, lo prueba la dedicatoria de Antonio Di Benedetto en sus Cuentos del exilio, que dice literalmente: "Al Premio Nóbel de Literatura Heinrich Böll y al gran escritor argentino Ernesto Sábato, que bregaron por mi libertad en altas instancias".
Sé todo esto muy bien porque lo investigué en mi calidad de coordinadora de la edición crítica de Sobre héroes y tumbas para la Colección Archivos. Hoy asistimos, además, a una renovación del gótico-fantástico, que vemos desarrollado de manera extraordinaria en esta novela y en el "Informe sobre Ciegos" en particular.
Vivimos un auge del policial negro y del gore, una exploración del mundo de las pasiones y del inconsciente, de lo extraño y lo monstruoso, que consuenan con esa estética sabatiana.
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Por otra parte, me parece disparatado “cancelarlo” (como algunas miradas simplificadoras han tendido a hacerlo) por la lógica patriarcal que encarnan algunos de sus héroes, desde Castel a Fernando Vidal Olmos.
Justamente lo que hacen las novelas de Sábato, en sus complejos estratos simbólicos, es mostrar las limitaciones de estos héroes y de esta lógica, asociada al simbolismo occidental de la visión y de la claridad meridiana.
A la hipertrofia racionalista que relega a la oscuridad y al desconocimiento (bajo las imágenes de la ceguera, lo infernal, lo táctil, lo subterráneo), todo lo que no encaja en ese estrecho molde y sin embargo es parte esencial de la vida humana.
Sabato ha sido uno de los primeros y más encarnizados críticos de la que llama "civilización tecnolátrica", de la deshumanización y la mutilación provocada por el imperio de lo maquinal, la cuantificación y el afán de lucro. En los tiempos polémicos de la inteligencia artificial y de los desastres ecológicos, creo que ese debate está más presente que nunca.