En Asunción
El venadense Rodrigo Castillo se coronó campeón de la Copa Sudamericana con Lanús
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El equipo dirigido por Mauricio Pellegrino derrotó 5-4 a Atlético Mineiro en la tanda de penales y levantó la copa por segunda vez en su historia, primer título internacional para el jugador surgido en Sportivo Rivadavia. Además, selló su clasificación a la Copa Libertadores 2026.
Lanús volvió a escribir una página dorada en su historia deportiva al consagrarse campeón de la Copa Sudamericana 2025 luego de imponerse ante Atlético Mineiro en una final que se resolvió desde el punto penal.
En el Estadio Defensores del Chaco, en Asunción, el conjunto argentino se impuso 5-4 en la serie tras un 0-0 trabajado, tenso y repleto de cautelas tácticas durante los 90 minutos.
El triunfo significó el segundo título del club en este certamen, doce años después de la primera coronación, y consolidó al equipo de Mauricio Pellegrino entre los protagonistas del continente.
De Venado al mundo
Rodrigo Castillo volvió a poner a Venado Tuerto en el mapa grande del fútbol continental. El delantero surgido de las inferiores de Sportivo Rivadavia escribió su capítulo más importante al consagrarse campeón de la Copa Sudamericana 2025 con Lanús, en una campaña que mezcló crecimiento, carácter y una madurez futbolística que lo termina de confirmar como una de las grandes proyecciones del fútbol nacional.
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La historia de Castillo se explica desde abajo, desde el esfuerzo, perseverancia y nunca bajar los brazos. Con la convicción de que el fútbol siempre devuelve cuando hay sacrificio. Castillo no tuvo un camino lineal: debió esperar, pelear por un lugar, adaptarse a un plantel y a un cuerpo técnico que exigía precisión en cada detalle. Pasó por varios clubes hasta que finalmente parece encontrar su lugar en el mundo.
Esa transición –de promesa regional a pieza real del engranaje granate– se vio reflejada en este Lanús campeón, un equipo donde el venadense encontró su espacio aportando movilidad, lectura táctica y, sobre todo, gol.
El venadense se convierte así en el nuevo campeón internacional surgido de la ciudad, ampliando una lista que en los últimos años sumó nombres en el básquet, el automovilismo y otras disciplinas. Su título no solo es personal: es un guiño a todos esos chicos que entrenan bajo la lluvia soñando con una noche como la suya.
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El partido del Lanús campeón
La final comenzó con la expectativa habitual de un encuentro decisivo y con dos equipos que se conocen, se respetan y entienden los riesgos de una jugada mal resuelta.
Lanús y Atlético Mineiro encararon el duelo con una postura similar: priorizar el orden defensivo, evitar errores no forzados y neutralizar las fortalezas del rival. Esa lectura, que se insinuaba desde la previa, terminó por confirmarse al desarrollar un primer tiempo de absoluto estudio mutuo.
El Granate apostó a la calma, al pase seguro y a cerrar los espacios entre líneas, mientras que el conjunto brasileño intentó progresar por las bandas sin encontrar conexiones limpias en los últimos metros.
La intensidad física fue creciendo, pero las situaciones de riesgo real se contaron con los dedos de una mano. Cada equipo generó una llegada aislada, sin demasiada profundidad y sin exigir a los arqueros más allá de intervenciones controladas.

En el complemento, el guion se mantuvo sin grandes sobresaltos. La final siguió transitando por el equilibrio, la disputa en la mitad de la cancha y la solidez defensiva como principal argumento.
Pellegrino movió el banco con la intención de ganar energía y algo de frescura en ofensiva, pero la presión de Mineiro y el contexto de final hicieron que cada avance se transformara en un ejercicio de paciencia extrema. Ambos equipos evitaron arriesgar de más y la sensación de que los penales serían el desenlace se volvió cada vez más evidente.
Cuando el árbitro marcó el cierre del encuentro, la tensión acumulada invadió el estadio. Ya no había margen para especulaciones. Los penales —ese territorio donde la técnica, la serenidad y el carácter pesan tanto como las piernas— se presentaron como el único camino para romper la paridad.
Allí, Lanús mostró su mejor versión emocional. Con ejecuciones firmes, seguras y una actitud que reflejó la convicción construida durante todo el torneo, el Granate completó una serie casi perfecta.
La definición por 5-4 desató el grito contenido de miles de hinchas que soñaban con revivir aquella consagración de 2013 y que ahora celebran un nuevo capítulo inolvidable.

Un título que agranda la historia del Granate
La conquista en Asunción permite a Lanús sumar el octavo título oficial de su historia y el tercero a nivel internacional, reafirmando el crecimiento institucional y deportivo que el club ha sostenido en las últimas décadas.
Con esta consagración, el Granate se une a Boca Juniors, Independiente, Athletico Paranaense e Independiente del Valle entre los clubes que lideran el palmarés de la competencia.
Pero también garantiza algo central para su futuro inmediato: su clasificación a la próxima edición de la Copa Libertadores y el pasaje a la Recopa Conmebol 2026, donde se enfrentará al campeón de la Libertadores en busca de otro desafío internacional.

