La política en foco
Este domingo comienza la campaña "bisagra" camino a las elecciones de octubre
/https://sur24cdn.eleco.com.ar/media/2025/09/urnas_octubre.jpg)
Aunque eso sea lo crucial, el oficialismo y la oposición se juegan mucho más que una serie de bancas legislativas. Riesgos y oportunidades de los traspiés del gobierno, el reverdecimiento kirchnerista y la construcción de los gobernadores.
A los efectos de la percepción generalizada, este domingo se lanza la carrera hacia las elecciones nacionales del 26 de octubre, al iniciarse el período de publicidad de campaña en los medios audiovisuales. Una percepción que se acrecentará con el correr de los días y a medida que se acerca la fecha, pero que en la agenda política ya está grabada a fuego desde hace mucho, y guía las acciones y discursos que jalonaron distintas etapas hasta llegar a la recién estrenada.
A esta altura, resulta una obviedad detenerse en la importancia estratégica y vital que esta instancia posee para el gobierno nacional, aunque a la luz de recientes devenires el carácter de esa trascendencia haya sufrido algunas mutaciones. Aquí suele darse una situación aparentemente paradojal: las llamadas elecciones de término medio no llaman especialmente la atención de la mayor parte de la ciudadanía (fuera de la exposición al bombardeo publicitario que apenas despunta), pero desvelan a las autoridades de turno.
Desde este domingo se multiplicarán y superpondrán los afiches callejeros y la publicidad en los medios.
La paradoja, en rigor, no es tal: más allá del impacto novedoso de un cambio de presidente, gobernador o intendente, para las personas de a pie es más razonable conectar ese relevo o continuidad con el contexto socio-económico en que se desenvuelve su propia vida cotidiana; cosa que en estos casos no se aprecia de la misma manera.
Pero para quien está a cargo del gobierno, se trata de un punto "bisagra" de su gestión: aquél que defina el nivel de anclaje que sus políticas hayan logrado en la sociedad, a través de esa suerte de sondeo a escala completa que asume, así, el carácter más o menos velado de un verdadero plebiscito. Y que en un país donde la imagen manda, significa un aval para avanzar a paso firme (desatendiendo así en la misma proporción a las voces críticas o los ensayos de frenos institucionales) o, en el mejor de los casos, un mensaje que puede decodificarse a efectos de corregir cursos de acción, o tomar en cuenta otras variables.
En cualquier caso, el efecto más concretamente mensurable, y menos volátil que el veleidoso temperamento de la opinión pública, es que la cantidad de votos por distrito se traducirá necesariamente en bancas del Congreso, que fortalezcan o debiliten la posición del Ejecutivo de turno.
¿Avanzando retroceden?
El gobierno de Javier Milei afrontará esta encrucijada luego de una sucesión de traspiés en comicios provinciales, en el Congreso, en el movedizo desenvolvimiento de variables económico-financieras particularmente sensibles, en el nivel de movilización popular por el descontento con determinadas medidas, en las reverberancias de denuncias por supuestos hechos de corrupción que no lograron ser archivadas, y como consecuencia de una estrategia proselitista que sobrevaloró el personalismo y despreció a ex y posibles aliados, junto con básicos mandatos de la real politik.
La disputa por las bancas en el Congreso, en el centro de la atención.
Hasta hace poco tiempo, podía darse por hecho que La Libertad Avanza ganaría las elecciones de octubre. Pese a todos los contratiempos apuntados (y el estrepitoso resultado en la provincia de Buenos Aires), eso sigue estando entre las alternativas más factibles. Pero, a pesar de que muchos análisis darán por zanjada la cuestión recurriendo a lógicas absolutas de victoria y derrota, los niveles y proporciones en que una u otra se produzcan serán decisivos. En términos relativos, el partido violeta iniciará diciembre con más legisladores que los actuales; pero sólo por el hecho de que, a diferencia de sus contrincantes, son muy pocas las bancas que pone en juego (son escasos en sus filas los mandatos que finalizan). En términos absolutos, por otra parte, ningún nivel de triunfo posible sería suficiente para otorgarle mayoría en alguna de las Cámaras del Congreso. En el mejor de los casos, mejoraría su base para gestionar acuerdos y adhesiones, que al menos aumenten sus chances de "blindar" vetos y decretos, ante un parlamento cada vez más renuente a tolerarlos. Esta circunstancia se volverá más acuciante en caso de prosperar la iniciativa que apunta poner límites y frenos a los DNU, esa herramienta de emergencia a la que el presidente Milei vino echando mano con una frecuencia y un alcance inusitados, sobre todo para sustentar los ajustes y desregulaciones que son un pilar central de sus políticas.
¿Será el momento de un reverdecimiento del hasta anteayer mustio kirchnerismo, que emerja ante la pendular y angustiada población como un elemento correctivo imprescindible? ¿O prevalecerá el temor ante el sedimentario riesgo bautizado con una doble k, al parecer dotado de suficiente energía como para arrasar con todo lo humano y lo divino cuya encarnación se atribuye el actual gobierno?
¿O será acaso el momento para habilitar propuestas que logren sortear la siempre rendidora polarización, y consigan plantar mojones en la nunca bien ponderada "ancha avenida del medio"?
Revuelo de ponchos rojos
Más afín a un segmento del ideario de Javier Milei de lo que sus detractores están dispuestos a dejarle pasar, y menos de lo que las huestes libertarias son capaces de tolerar, Maximiliano Pullaro ya se posicionó expresamente en ese conducto, apoyando el dogma del déficit cero y dejando en claro su espanto ante la perspectiva de un "revival" del populismo, pero sosteniendo a rajatabla el credo productivista y con un acendrado apego a las formas republicanas y un discurso que casi nunca prescinde de los términos "diálogo" y "consenso".
Puede interesarte
Pullaro viene de encadenar una sucesión de éxitos, como corolario de otros tantos desafíos. A la cabeza de una coalición de diez partidos que no sólo lo convirtió en el gobernador más votado de las historia de Santa Fe, sino que mantuvo su consistencia sin desgranamientos para reformar la Constitución Provincial y otorgarle la chance de una reelección, y para afrontar sin fisuras aparentes la referida encrucijada de las elecciones de medio término.
Las convulsiones internas existen, como no podría ser de otra manera, y como se pusieron de manifiesto subterráneamente en los debates de la convención, de la confección de listas, de la propia gestión y de muchas de las reformas de fondo que alumbró la Legislatura. Los cuestionamientos a la gestión también, sobre todo provenientes de sectores que se han visto directamente perjudicados por medidas que el gobierno sigue cifrando en el bien común, pero que generan un margen de descontento que no puede ser desdeñado. Y finalmente, los fuertes condicionamientos y también ataques directos, que el oficialismo nacional ha convertido en moneda corriente para todos quienes no ejerzan un alineamiento incondicional, sumados a los vaivenes de una economía en estado de zozobra, operarán ineludiblemente como un factor sobre la gestión y la viabilidad de la construcción en la que el santafesino participa, junto a otros mandatarios federales.
¿Demasiado para un primer día de primavera y de campaña electoral en los medios?. Seguramente. Pero esto recién empieza. Y hay suficientes razones por las cuales quedarse en el embeleso o el fastidio por los spots publicitarios, o en la comodidad filosófica de la grieta, sería un error de consideración.