Buscando dar el salto
Perrone cerró su primera temporada completa en Moto3 y ya mira 2026 con ambición
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Cerró su primera temporada completa en el Mundial de Moto3 dentro del Top 10, con podios, pole y una sensación que lo empuja hacia 2026. Hijo de argentino y nacido en España, volvió al país para recargar energías y ya entrena “a tope” en California. La caída más dura de su vida, el aprendizaje de correr con los mejores y el sueño que no negocia: ganar.
Mariela Pallero
Por momentos, la conversación con Valentín Perrone (Moto3) transcurre con la naturalidad de alguien que vuelve a casa. Habla de Argentina como quien nombra un lugar propio: el asado, el dulce de leche, “los mimos de la abuela” y hasta una visita infaltable para un hincha: el Monumental. Pero enseguida el tono cambia.
En su voz aparece el piloto que acaba de cerrar la temporada 2025 y ya vive instalado en la palabra que define a los que crecen rápido: evolución. “Fue una temporada bastante positiva”, resume al mirar hacia atrás. Y no es una frase hecha.
En su primer año completo dentro del Mundial, Perrone cumplió el objetivo deportivo que se había propuesto: terminar entre los diez mejores del campeonato, con podios, pole y la certeza incómoda —pero fértil— de haber quedado muy cerca de algo más grande. “Casi una victoria en Hungría”, recuerda, como si en esa mínima distancia se concentrara el motor de lo que viene.
Lo que separa el podio de la victoria
El aprendizaje principal no tiene épica de póster: es técnico, frío, real. Perrone lo explica con precisión de relojero. “Ganar o estar en el podio son decisiones que vienen de menos de un segundo”, dice. Ese margen es el que todavía quiere estirar a su favor. “Ahí es donde creo que tengo margen para mejorar”, admite, y se permite el detalle que duele: carreras en las que —por una decisión apenas distinta— el resultado podría haber sido todavía mejor.
En la segunda mitad del año, después del parón de verano europeo, encontró su mejor versión. Austria aparece como un punto alto casi emocional: “Era como bailar con la moto… miraba la curva a dónde quería ir y la moto ya estaba yendo”. Esa sensación, la de dominar el límite sin pensarlo, es el tipo de confianza que convierte un buen fin de semana en un proyecto de temporada.

Indonesia: la caída que también se corre por dentro
No todo fue lineal. El Mundial también enseña a través del golpe. Y Perrone lo cuenta sin atajos: “Perdí mucha confianza. Fue la caída más grande que he tenido en mi vida”. En Indonesia, dice, quedó inconsciente y se encontró lejos de casa, sin la familia cerca, en un tramo del calendario que no perdona. El impacto no fue solo físico: “Me dolía el cuello de la tensión que tenía mi cuerpo… no podía pilotar a gusto”.
Australia, en ese sentido, fue el capítulo más áspero: terminó 20° y sintió que nada salía. Luego, de a poco, volvió a construir: Malasia, las últimas fechas, la recuperación de sensaciones. En un deporte donde el error se paga caro, volver a confiar es también una forma de entrenamiento.
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De la combi con su papá al Mundial: el cambio que no se olvida
La historia de Perrone tiene una base que explica su presente. Antes del paddock, estuvo la ruta. “Estar con mi papá haciendo miles de kilómetros… estando al límite para poder pagar cualquier categoría”, repasa. Habla de temporadas que no se podían terminar por presupuesto y, del otro lado, del presente que todavía le parece enorme: “Poder estar en el mundial disfrutando del deporte de mi vida… fue algo increíble”.
En ese salto aparece un detalle que lo emociona: poder llevar a su papá a muchas carreras, ya no como quien empuja desde atrás, sino como quien también puede disfrutar.

Argentina–España: identidad, afecto y una hinchada que crece
Perrone es hijo de argentino y nació en España. Esa doble pertenencia, lejos de diluirlo, lo define. Cuando volvió al país, sintió de cerca un fenómeno que suele ocurrir con los deportistas que abren camino: el respaldo se vuelve masivo y personal.
“El apoyo que me ha dado Argentina… ha sido increíble”, cuenta. Y lo traduce a números, como para dimensionarlo: “Un año atrás tenía 10.000 seguidores, ahora estoy a punto de conseguir 100.000”.
En Termas —donde el motociclismo vive una de sus plazas más fervorosas— lo vivió como una escena de película: pedidos de fotos, videos, saludos. “Recibir el cariño de Argentina como lo he recibido es como un sueño”, repite, y no suena a libreto.
2026 ya empezó: “Entrenando tres veces al día”
El Mundial termina, pero el piloto no. Perrone atiende desde California, donde combina “vacaciones” con una rutina que no se parece a ninguna: gimnasio, correr y pista, todos los días. “Estamos entrenando a diario… hago tres entrenos y me duele todo el cuerpo”, describe, sin dramatizar.
Luego enumera el recorrido inmediato: España para las fiestas con la familia, Malasia para dos semanas de trabajo intenso, Austria para un bloque físico en el centro de entrenamiento de Red Bull y, finalmente, España otra vez para cerrar la preparación con moto grande. La hoja de ruta no deja margen para la duda: 2026 lo encuentra decidido.
El objetivo que no esconde
Cuando le preguntan qué cambia al saber que tiene continuidad y respaldo, responde con alivio: “Es un alivio… hay alguien que confía en ti”. Y enseguida, sin rodeos, pone la vara donde quiere vivir: “El objetivo es luchar por el campeonato”. Esa frase, respaldada por lo hecho en pista, por la ilusión y por la experiencia acumulada, marca el punto de partida de su próximo desafío.

