Documento conjunto
Sociedades científicas argentinas avalan la vacunación en todas las etapas de la vida
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Advierten que la tarea es una responsabilidad compartida entre sistemas sanitarios, profesionales y sociedad.
Entidades representativas de distintos ámbitos vinculados con la salud en Argentina salieron a fijar su posición firme a favor de la vacunación “en todas las etapas de la vida”.
El documento lleva la rúbrica de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR), la Sociedad Argentina de Infectología Pediátrica (SAIP), la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE), la Sociedad Argentina de Medicina (SAM), la Sociedad Argentina de Virología (SAV), la Asociación Argentina de Microbiología (AAM), la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y el Foro de Medicina Clínica.
“La vacunación es, junto con el acceso al agua segura, una de las intervenciones sanitarias que más vidas ha salvado en la historia”, inicia el texto conocido en las últimas horas.
A nivel mundial, con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “se estima que los programas de inmunización han evitado al menos 154 millones de muertes en los últimos 50 años. Es decir, unas 6 vidas salvadas por minuto, la mayoría en menores de 5 años”.
Hoy, con datos de UNICEF, “se calcula que la vacunación previene alrededor de 4,4 millones de muertes por año en el mundo”.
Riesgo colectivo
Las vacunas actúan antes de que aparezca la enfermedad, evitando la infección o reduciendo su gravedad. “No solo disminuyen el riesgo individual, sino también el riesgo colectivo (inmunidad de grupo), protegiendo especialmente a quienes no pueden vacunarse”.
Modelos recientes estiman que, “entre 2021 y 2030, las vacunas contra 14 patógenos (incluyendo sarampión, neumonía, diarrea por rotavirus, hepatitis B, entre otros) evitarán alrededor de 51,5 millones de muertes si se alcanzan las metas de cobertura de la Agenda de Inmunización 2030”.
La cobertura global de la vacuna triple bacteriana (DTP3), indicador clásico de la vacunación infantil, “alcanzó aproximadamente el 85% en 2024; aun así, 14,3 millones de niños no recibieron ninguna vacuna (“cero dosis”) y millones más están parcialmente vacunados”.
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Los modelos de impacto sugieren que “las vacunas contra COVID-19 evitaron cerca de 19–20 millones de muertes en el primer año de su implementación a escala mundial, incluso en el contexto de una pandemia sin precedentes”.
Este dato refleja “el valor de contar con plataformas de vacunación capaces de responder rápidamente frente a nuevas amenazas”.
Por otra parte, la vacuna contra la hepatitis B “previene infecciones crónicas que pueden evolucionar a cirrosis y cáncer de hígado. Se estima que, hasta 2030, la vacunación contra hepatitis B podría evitar alrededor de 14 millones de muertes”.
Las vacunas contra neumococo, Haemophilus influenzae tipo b (Hib) y el rotavirus “han reducido de forma significativa las neumonías graves y las diarreas potencialmente mortales en la infancia, principalmente en países de bajos y medianos ingresos”.
Esto se traduce “en menos internaciones, menos secuelas y menos muertes evitables”.
En cuanto a la vacunación contra el sarampión, “redujo las muertes por esta enfermedad en un 88% entre 2000 y 2024, evitando casi 59 millones de fallecimientos en ese período”.
“Antes de la amplia disponibilidad de la vacuna, el sarampión causaba cientos de miles de muertes al año. Gracias a las campañas de vacunación, los casos y las muertes disminuyeron de forma drástica”.
Sin embargo, “la caída de coberturas en los últimos años ha llevado a un resurgimiento de brotes en varios continentes, lo que demuestra que, cuando se pierde la confianza o el acceso a las vacunas, las enfermedades reaparecen”.
Estos números muestran que la vacunación no es una recomendación “deseable”, sino una herramienta imprescindible para reducir mortalidad y morbilidad por enfermedades prevenibles.
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Para todas las edades
Si bien la vacunación infantil es la base de muchos programas, hoy se reconoce el concepto de “vacunación a lo largo de la vida”: niños, adolescentes, adultos y personas mayores se benefician de distintos esquemas de vacunación según edad, comorbilidades y ocupación.
- En el caso de niños y niñas, “constituyen el grupo que más vidas ha ganado gracias a las vacunas. Las series básicas (BCG, polio, DTP, hepatitis B, Hib, neumococo, rotavirus, sarampión-rubéola, etc.) son esenciales para reducir mortalidad infantil.”.
- Adolescentes: vacunas como HPV previenen infecciones de transmisión sexual vinculadas al cáncer de cuello uterino y otros tumores; los refuerzos de tétanos, difteria y pertussis sostienen la protección comunitaria.
- Adultos y personas mayores: vacunas contra influenza, neumococo, COVID-19, herpes zóster y otras reducen hospitalizaciones, complicaciones cardiovasculares asociadas a infecciones y mortalidad en grupos de riesgo.
- Trabajadores de la salud: son un grupo clave, tanto por su mayor exposición como por su rol ejemplificador; mantener esquemas completos es una responsabilidad profesional y ética.
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Desafíos
A pesar de los avances, persisten desafíos a enfrentar en forma conjunta con la población:
- Millones de niños continúan sin acceso a las vacunas básicas. Las brechas se concentran en regiones con mayores dificultades sociales, económicas y de infraestructura sanitaria.
- La desinformación y la difusión de mensajes falsos sobre la seguridad de las vacunas minan la confianza de la población, generan dudas y retrasan o impiden la vacunación.
- Las crisis humanitarias, los conflictos armados y las migraciones masivas dificultan sostener esquemas completos.
- Los retrocesos en coberturas tras la pandemia de COVID-19 han favorecido la reaparición de enfermedades como el sarampión en regiones que habían logrado su eliminación.
Frente a este escenario, el rol de los equipos de salud es central: brindar información clara, basada en evidencia, responder dudas con empatía y combatir activamente la desinformación.
Compromiso
Por todo eso, las sociedades científicas que suscriben el documento coinciden en que “la vacunación es una política de salud pública esencial, respaldada por evidencia robusta que demuestra su capacidad para reducir mortalidad y morbilidad en todas las etapas de la vida”.
En segundo lugar, “los beneficios superan ampliamente los riesgos, que son infrecuentes y, en la gran mayoría de los casos, leves y transitorios. Los eventos adversos graves son extremadamente raros y se monitorean mediante sistemas de farmacovigilancia”.
Por otra parte, “protegerse uno es proteger a los demás: al vacunarnos, reducimos la circulación de los patógenos y cuidamos a las personas más vulnerables (lactantes, personas con inmunodeficiencias, adultos mayores)”.
En tanto, “los profesionales de la salud tenemos la responsabilidad de liderar con el ejemplo, manteniendo nuestros esquemas actualizados y recomendando activamente las vacunas indicadas a cada paciente”.
“La población general tiene un rol protagónico: consultar fuentes confiables, completar los calendarios recomendados y no postergar la vacunación por temor o desinformación es una forma concreta de cuidar la propia salud y la de la comunidad”.
Responsabilidad compartida
“Las vacunas no son una opinión: son una herramienta científica probada que ha cambiado la historia de la humanidad, evitando millones de muertes, discapacidades y sufrimiento evitable. Mantener y ampliar las coberturas de vacunación es una responsabilidad compartida entre los sistemas de salud, los equipos profesionales y toda la sociedad”, sostienen las sociedades científicas en su documento común.
A la vez, afirman el compromiso de seguir trabajando, junto a otras instituciones nacionales e internacionales, “para promover la vacunación informada, accesible y equitativa, como pilar fundamental de la salud pública y del derecho de todas las personas a vivir más y mejor”.
Cabe destacar que la vacunación en la Argentina está prevista por la ley 27.491.
