Claves para entender
Un adolescente se suicida por día en Argentina: las causas de una problemática multicausal
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La segunda causa de muerte entre los 10 y 19 años revela un sufrimiento silencioso que puede prevenirse con escucha, redes de apoyo y acompañamiento sostenido.
Luciana Lanzamidad
El suicidio adolescente dejó de ser un hecho aislado para transformarse en un problema de salud pública urgente. En Argentina, un adolescente se quita la vida por día, y esta es hoy la segunda causa de muerte entre los 10 y 19 años, según datos del Ministerio de Salud de la Nación y UNICEF.
Detrás de cada caso hay historias de dolor, vulnerabilidad y silencios que, de haberse atendido a tiempo, podrían haber tenido otro final.
La psiquiatra María Verónica Prendes (M 4229) explicó a El Litoral que la mayoría de los adolescentes que mueren por suicidio “no querían morir: querían dejar de sufrir”. El desafío, coinciden especialistas y organismos oficiales, es detectar el sufrimiento antes de que se convierta en un límite extremo.
En un contexto con menos contención, menos escucha y más presión, los adolescentes quedan más expuestos.
Un fenómeno multicausal
¿Cómo se explica que un adolescente se suicide por día? Para Prendes, la respuesta no está en una causa única ni en una decisión repentina. “Es el resultado de procesos acumulativos de sufrimiento, muchas veces silenciosos, en contextos donde faltan redes de contención, escucha adulta sostenida y acceso oportuno a la salud mental”, señaló.
El documento oficial del Ministerio de Salud “Herramientas de trabajo para la prevención del suicidio adolescente (Senaf, 2025)” coincide en que el suicidio es un fenómeno multidimensional, asociado a duelos, conflictos familiares, falta de apoyo emocional, violencia en distintos ámbitos, problemas de salud mental no atendidos, presiones escolares o sociales, y situaciones críticas que el joven no logra sobrellevar.
En los últimos años se combinan factores que profundizaron esa vulnerabilidad:
Inestabilidad económica y social.
Adultización precoz.
Debilitamiento de los vínculos familiares y comunitarios.
Aislamiento emocional.
Mayor presión por el rendimiento y la imagen.
Impacto de crisis sanitarias y sociales.
Exposición constante a violencia digital y comparaciones.
Menor tolerancia al fracaso.
Este entramado genera un escenario donde un malestar persistente puede transformarse en riesgo.
Violencia digital y la sensación de no pertenencia
Por qué es la segunda causa de muerte
Mientras otras causas de mortalidad infantil y adolescente disminuyeron gracias a la prevención, las herramientas dirigidas al sufrimiento psíquico no avanzaron a la misma velocidad.
“La adolescencia es un período de vulnerabilidad neuroemocional que incrementa el riesgo en situaciones de crisis”, explicó Prendes. En un contexto con menos contención, menos escucha y más presión, los adolescentes quedan más expuestos.
El documento oficial sostiene que los intentos de suicidio que recibieron contención adecuada del entorno familiar o institucional pudieron evitar desenlaces fatales. La intervención adulta, oportuna y sostenida, es determinante.
Violencia digital y la sensación de no pertenencia
Uno de los factores que más preocupan es el impacto del mundo digital.
Para Prendes, “la violencia digital no termina nunca y puede generar humillación persistente, indefensión y sufrimiento continuo”. Las redes sociales se convierten en espacios donde la mirada ajena pesa más que nunca y la comparación es permanente.
La sensación de no pertenencia, el bullying y las relaciones violentas —sean presenciales o virtuales— aparecen como factores de riesgo crecientes, especialmente cuando se sostienen en el tiempo y no son detectados por adultos responsables.
Señales de alarma que no deben pasar desapercibidas
Según la especialista, los signos de alerta deben ser leídos como pedidos de ayuda, no como actitudes propias de la edad. Entre las señales más frecuentes se encuentran:
Cambios bruscos de conducta.
Aislamiento.
Frases autodenigrantes.
Alteraciones del sueño o del apetito.
Autolesiones.
Bajo rendimiento escolar o desinterés por actividades habituales.
Regalar objetos de valor afectivo.
Cambios extremos en el estado de ánimo.
El Ministerio de Salud recomendó siempre preguntar sin miedo. Contrariamente a los mitos, hablar del suicidio no incentiva el acto; por el contrario, puede ser la única oportunidad de intervenir a tiempo.
Cómo acompañar sin invadir
La clave, insistió Prendes, es estar presentes. “Acompañar implica escuchar, validar, no minimizar y buscar ayuda profesional”, explicó. No se trata de controlar ni de interrogar, sino de sostener: permanecer, mostrar disponibilidad y no dejar solo al adolescente en momentos críticos.
El documento oficial reforzó la idea de la profesional sosteniendo que: la escucha genuina, empática y sin juicio es una herramienta poderosa para quebrar el aislamiento. Cualquier persona —un familiar, un docente, un referente comunitario— puede ser ese primer sostén que abre la puerta a una intervención profesional.
Las recomendaciones más importantes son:
Mantener la calma y validar emociones.
Preguntar abiertamente si hay ideas suicidas.
No minimizar el sufrimiento.
Evitar dejar a la persona sola.
Identificar adultos referentes que puedan acompañar.
Retirar elementos potencialmente peligrosos.
El suicidio no es inevitable ni impredecible cuando existe escucha y una red de apoyo.
La importancia del sistema de protección y la comunidad
El documento de Senaf subrayó que la prevención del suicidio adolescente es responsabilidad de la familia, las instituciones y la comunidad. Los adultos que trabajan o conviven con adolescentes deben reconocer señales, habilitar la palabra y actuar sin demora.
La participación comunitaria, la articulación intersectorial y la construcción de entornos protectores son claves para mitigar riesgos y fortalecer factores de protección, como:
Vínculos afectivos sólidos,
Actividades significativas,
Espacios para la expresión emocional,
Referentes adultos disponibles.
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Hablar salva vidas
El mensaje final de la Dra. Prendes es contundente: “Hablar de salud mental no incita al suicidio: lo previene.”
En un país donde un adolescente muere por suicidio cada día, romper el silencio es una responsabilidad colectiva. Escuchar, acompañar y validar pueden ser actos simples, pero profundamente transformadores. El sufrimiento adolescente tiene causas múltiples y complejas, pero cuando hay redes de sostén, existe la posibilidad real de evitar tragedias.
Porque detrás de cada estadística hay una vida que podría haberse salvado con algo tan básico —y tan necesario— como la presencia de un adulto que escucha.

