Vacaciones tormentosas
Un rufinense en Hawái en medio de la alerta de tsunami
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Carlos Dobal, ingeniero agrónomo de Rufino, viajaba junto a su esposa cuando la alerta de tsunami activó los protocolos de seguridad en Hawái. La pareja, que ya había superado múltiples contratiempos en su ruta, se adaptó rápidamente a la situación, manteniéndose fuera de peligro mientras disfrutaba de un inesperado resguardo.
(Por Ana Inés Dobal) - Carlos Dobal, un rufinense que viajó a Hawái junto a su esposa, María Alicia Cikes, se encontró en el centro de la alerta de tsunami que afectó a la región del Pacífico. Su experiencia, que comenzó como un viaje turístico, se convirtió en una prueba de adaptación y obediencia a las estrictas medidas de seguridad en un contexto de emergencia.
La travesía de Carlos y María Alicia comenzó el 27 de julio, cuando decidieron viajar por tierra hacia Mendoza para luego cruzar a Chile en su vehículo. Sin embargo, un temporal en el vecino país obligó a la pareja a modificar su plan inicial, y optaron por un vuelo directo a Chile. Después de un largo trayecto que incluyó múltiples cambios de ruta y modos de transporte, arribaron finalmente a Hawái.
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Pero el momento de mayor tensión no tardó en llegar. Mientras se encontraban en el aeropuerto, la alerta de tsunami se activó y la información comenzó a llegar de manera automática a sus teléfonos móviles. A pesar de las horas de viaje, los rufinenses se mantuvieron tranquilos ante lo inesperado, dirigiéndose al hotel en donde decidieron seguir las recomendaciones de seguridad que se emitieron con rapidez.
Obediencia y precaución: el protocolo en acción
El ingeniero agrónomo, con muchas millas acumuladas a lo largo de su vida, se mostró sereno y bromeó sobre la situación, aunque sin perder de vista la importancia de las medidas preventivas. "Llegamos al aeropuerto y se activaron inmediatamente las alarmas que nos avisaban la situación", relató Dobal a RTS Noticias, destacando cómo el protocolo de seguridad había funcionado perfectamente, ya que incluso los turistas extranjeros recibieron las alertas en sus dispositivos móviles sin necesidad de aplicaciones adicionales.
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A pesar de estar fuera de su país y en una situación de emergencia, Carlos y María Alicia entendieron rápidamente la seriedad de las instrucciones y permanecieron dentro de las instalaciones del hotel, donde otros turistas también buscaban resguardo. Las personas en la costa no tardaron en abandonar las playas, y toda la zona comercial se cerró para prevenir incidentes.
La calma ante la tormenta: la experiencia en primera persona
Durante el periodo de la alerta, Carlos relató que, a pesar de la magnitud del terremoto que originó la alarma (8.8 en la escala de Richter), no se observó ninguna anomalía en el mar. "No vimos ningún aspecto llamativo en el mar ni en la geografía del lugar, salvo la ausencia total de comercios abiertos sobre la línea costera. Todo estaba cerrado, sin personas caminando", señaló.
Patricio Dobal, periodista e hijo del damnificado, se sumó a a entrevista en RTS Noticias, y ante su consulta, encontró a Carlos muy relajado, predispuesto a compartirlos detalles de cómo vivían la situación, y bromeó diciendo que su respuesta al peligro fue "tan seria como el protocolo del país". No obstante, también subrayó la calma que reinaba, ya que las olas, aunque formadas por un gran terremoto, no llegaron a tener la magnitud que se temía en la tarde de este miércoles.
El nivel 8.8 del terremoto: la fuerza de la naturaleza
El terremoto que originó la alerta fue de magnitud 8.8, registrado en Kamchatka, Rusia, un lugar conocido por su actividad sísmica. Este tipo de eventos genera un movimiento vertical en el suelo oceánico, creando un mecanismo de falla conocido como "inversión de falla". Sin embargo, como explicó Dobal, el terremoto no fue completamente vertical en su origen, lo que evitó que las olas fueran mucho más grandes de lo esperado. A pesar de la potencia del sismo, las olas no crecieron en proporción con el terremoto.
Especialistas en la materia explicaron que las olas de tsunami generadas por este tipo de terremotos viajan a 900 km/h en el océano. Sin embargo, cuando alcanzan la costa, la velocidad disminuye y la altura se amplifica. Afortunadamente, las olas más grandes registradas fueron de solo dos metros, lo que generó una alarma que, en retrospectiva, no resultó en grandes consecuencias naturales ni pérdidas humanas.
La calma tras el caos: el fin de la alerta y la continuación del viaje
Tras el paso de la alerta y el descenso de la amenaza, Carlos Dobal y su esposa pudieron disfrutar nuevamente del viaje. Durante la tarde, ya en condiciones de realizar caminatas y paseos, decidieron continuar con sus planes turísticos.
A pesar de los nervios iniciales, la pareja continuó con su viaje, que ahora los llevará a Tahití, Nueva Zelanda y de regreso a Chile. En sus planes, Carlos recuerda con gratitud la vez que, durante la pandemia de Covid-19, pasó 60 días varado en un crucero en medio del océano, regresando sano y salvo. Su capacidad de adaptación ante adversidades lo acompaña, y ahora sigue adelante con su aventura, con la esperanza de no recibir nuevas alertas de tsunami.