Viaje al infierno mismo
Auschwitz no fue casualidad
"Recordar el significado de Auschwitz y su liberación, siempre, y en este año en particular en el que se cumplen 80 años de ese hecho, es trascendente tanto para el presente como para el futuro", sostiene el autor de la columna.
Por Daniel Silber
Auschwitz no fue casualidad. Fue la conclusión de un programa de gobierno elaborado por el nazismo desde su creación misma, allá por la década del 20 del siglo pasado. Fueron años de discriminaciones, humillaciones, arrestos, torturas, prohibición de ejercer ciertas actividades o participar de determinados lugares (plazas, escuelas, clubes, universidades, espacios públicos). El paso siguiente del proceso de aniquilación fue la Segunda Guerra Mundial. Librar de judíos a Europa se materializó concentrando judíos en guetos y que hacinamiento, desnutrición, enfermedades, epidemias, trabajos forzados hagan la labor de exterminio.
Pero no alcanzó. Fue entonces que la jerarquía nazi, en enero de 1942, en la conferencia de Wannsee, delineó la política para todos los judíos: su liquidación total bajo el eufemismo de "Solución final". Usando un vocabulario burocrático se pretendía encubrir y dar un "toque de respetabilidad" a lo que serían sus verdaderos y criminales designios, cuya máxima expresión fue el campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, una instalación induustrial para la muerte.
Hacia 1943, el curso de la guerra había cambiado sustancialmente. El Ejército Rojo de la Unión Soviética derrotaba en sucesivas batallas a las hordas nazi-fascistas (tropas alemanas, austríacas, rumanas, finlandesas, españolas, italianas, francesas, checas, letonas, lituanas, estonias), iniciando la recuperación de los territorios ocupados de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (Rusia, Ucrania, Moldavia, Bielorrusia, los países bálticos, entre otras), e incluso la liberación de naciones vecinas, como Bulgaria, Rumania, Polonia, la entonces Checoslovaquia, Hungría, Austria y partes de Alemania.
En ese arduo recorrido, el 27 de enero de 1945 -días atrás se cumplieron ochenta años- los soldados soviéticos llegaron a la localidad polaca de Oswiecim (Auschwitz es su nombre alemán), donde se encontraron con el mayor campo de concentración creado por Alemania en toda Europa. Poco antes, frente al avance soviético, los nazis habían huido llevándose consigo a 15.000 cautivos que les servían de escudo humano, en una verdadera "marcha de la muerte". Los pocos y sorprendidos prisioneros hallados fueron liberados, alimentados, vestidos, curados; recibieron un abrazo fraterno y solidario y no un látigo o una pistola. Poco más tarde, Alemania se rindió.
Auschwitz fue el infierno mismo. Más de un millón de prisioneros fueron asesinados mediante métodos "científicamente" concebidos: cámaras de gas, hornos crematorios, trabajo excesivo en condiciones extremas, fusilamientos masivos, falta de alimentación, agua y salud. No importaba edad ni sexo. Preferentemente judíos, pero también gitanos y soviéticos fueron las víctimas señaladas, en un espacio de terror transitado por todas las nacionalidades europeas.
Recordar el significado de Auschwitz y su liberación, siempre, y en este año en particular en el que se cumplen 80 años de ese hecho, es trascendente tanto para el presente como para el futuro. Las nuevas generaciones deben tener una noción cabal e íntegra de hacia dónde conduce esa combinación nefasta de chovinismo, odio, discriminación, agresividad y racismo.
Es imprescindible rechazar el negacionismo de los hechos que sobrevuela actualmente. Parece que el nazi-fascismo -en sus variadas expresiones- hoy es algo aceptable, cuando fue y es la más absoluta privación de la condición humana. Ni sus proclamas, programas, símbolos o gestos deben ser tolerables. No hay casualidad ni ingenuidad en ninguno de ellos. Esos discursos son los que habilitan las fobias a "lo diferente" y sus nefastas secuelas de violencia. Por eso, la ONU y otros organismos internacionales declararon al 27 de enero Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las víctimas del Holocausto, como marca para recordar lo que una parte de la Humanidad ha sido capaz de perpetrar contra el pueblo judío y otros pueblos.
Nuestra militancia humanista nos interpela y nos compromete. Abogamos por un mundo de paz y concordia entre los seres humanos, pueblos, naciones, Estados. Toda muerte es un horror para la sociedad civilizada, para la Humanidad. Trabajamos por construir sociedades basadas en democracias avanzadas de profundo contenido social y por el respeto a las diferentes identidades. Exigimos el fin de todos los genocidios.
Lugar simbólico
El denominado Complejo Auschwitz, estuvo formado por diversos campos de concentración y centros de exterminio de la Alemania nazi en los territorios polacos ocupados durante la Segunda Guerra Mundial. Inicialmente comprendía Auschwitz I (el campo original), Auschwitz II-Birkenau (campo de concentración y exterminio propiamente dicho) y Auschwitz III-Monowitz (campo de trabajo para las compañías químicas IG Farben), así como otros cuarenta y cinco campos satélites más.
Oswiecim está situada a unos 43 kilómetros al oeste de Cracovia, en Polonia. Allí fueron enviadas cerca de un millón trescientas mil personas, de las cuales murieron un millón cien mil, la gran mayoría judíos (el 90 %, un millón). En dicho sitio en 1947 fue fundado el Museo Estatal Auschwitz-Birkenau, monumento inmueble de crímenes de guerra alemanes en una de las naciones ocupadas, formado por dos campos de concentración: Auschwitz I y Auschwitz-Birkenau. La Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 1979, como uno de los lugares de mayor simbolismo del Holocausto o Shoah.