Tres detenidos
Chañar Ladeado: tras un robo millonario, descubren un invernadero de marihuana
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Tres delincuentes fueron atrapados tras robar millones a una familia en Chañar Ladeado y esconderse en un campo de Villa Eloísa.
En el mapa de la pampa gringa, donde el maíz y la soja custodian secretos de otra especie, la madrugada del sábado dejó al descubierto un capítulo que bien podría encajar en un policial bastardo.
El dato inicial entró a la Comisaría 5ta como tantas veces: un vecino de Chañar Ladeado denunció que le habían volado $3 millones y 150 dólares, tras un intento de irrupción en su vivienda de calle San Martín al 800. Lo que parecía un robo más pronto se transformó en una cacería.

Con patrulleros de la Unidad Regional IV, los cuerpos especiales, la Seguridad Rural del Destacamento 4 Esquinas y hasta un helicóptero sobrevolando la zona, comenzó la persecución de una Volkswagen Amarok. La ruta de escape se extendió por los departamentos Caseros e Iriondo, dibujando un recorrido de western criollo.
La camioneta finalmente apareció en un campo de Villa Eloísa. Allí cayó el primero: un tipo de 31 años, con más de un millón y medio en billetes encima. No muy lejos, dos cómplices –de 27 y 28 años– terminaron esposados entre yuyales y espinas. Los tres tenían pedidos de captura por un prontuario surtido: robos calificados, abuso de armas y algún coqueteo con la ley de drogas.

Pero la película guardaba un giro. En un galpón rural cercano, los uniformados tropezaron con un invernadero artesanal. Entre reflectores, humedad controlada y macetas negras crecían plantas de un verde inconfundible: cannabis en su versión más productiva. Esa postal obligó a abrir otra puerta, esta vez bajo la órbita de la Justicia Federal y la Ley 23.737.
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El balance del operativo exhibe armas, municiones, billetes en dos monedas, dispositivos electrónicos y tres sujetos incomunicados por orden de la Fiscalía de Firmat, bajo la carátula de hurto calificado en concurso real. Pero también deja flotando un tufillo menos visible: el de un circuito criminal que no distingue entre el dinero fácil de un golpe comando y los dividendos de la economía verde ilegal.

En esa frontera difusa –entre la ruta polvorienta y el mundo subterráneo– se inscribe este episodio, apenas una postal de la Argentina profunda, donde la violencia rural convive con laboratorios improvisados y prófugos que se creían invisibles.