La Tangoteca
De que te quejás, muchacho
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Jorge Font
"Nada duele tanto como ver/ Desenrollar el carretel, el hilo de la juventud,/ adiós glicinas, emparrados y malvones/ (…) todo, todo, ya se fue". ¿Y por qué este comienzo para una historia de La Tangoteca? Porque hoy me voy referir al tango "De que te quejás". Simplemente este inicio es para traer a nuestra memoria a su autor, que no era del palo del tango propiamente dicho -por así mencionarlo- pero sí creador de este y otros tantos más. Me estoy refiriendo al multifacético Juan Carlos Mareco (1926-2009), "Pinocho", un símbolo de lo mejor en radio y televisión, equiparado a la calidad y profesionalidad de Antonio Carrizo y Jorge "Cacho" Fontana, con los que se "sacaban chispas".
Mareco fue artífice de programas televisivos muy populares y uno de ellos fue "La Galera", donde tuvo gran éxito interactuando con el Topo Gigio, popular muñeco creado por Maria Perego en 1959. Yo hablo de tango, por lo tanto, para interiorizarse más -si lo prefiere amigo lector- de "Pinocho" Mareco papá Google sabe mucho más. En realidad me referiré a un tema cuya letra adopta un tono de consejo paternal y fraternal, con una combinación de bronca, cariño y advertencia.
Es la participación de un "amigo experimentado" que levanta la voz ante un joven mantenido pero…que abre un camino de esperanza. El consejo fuerte… enfrentado a la queja sin razón. El tango invita a desgranar cada estrofa:
"De que te quejás muchacho/ no entiendo tu rebeldía/ ni esa falta de alegría/ que te hace estar amargao (...)"
Llamado directo y al grano, similar a un reto categórico. El consejo no parte del odio, sí de la sorpresa que le causa el estado delñ joven y de la incomprensión: ¿Cómo podes quejarte cuando todavía no conociste la dureza de la vida, si pertenecés a la juventud "cómoda", no "sacrificada"?:
"Mirá si yo de purrete/ hubiese visto un cachito/ de lo que vos cancherito sobrador, dejás pasar (...)"
"Cancherito", "sobrador". El veterano buscó el impacto y la reacción del joven, comparando su lucha de chico para lograr lo que quería, contra la tranquilidad del que lo tiene todo y sin embargo redobla la apuesta con su queja interminable. Es el resentimiento sano del que sufrió y no entiende el desdén del que lo tiene todo.
"Cuando pienso que mis viejos/ me dieron lo que pudieron/ Y yo me largué a la lucha/ con toda el alma, mirá/ cierro los puños, la pucha/ Y me dan ganas de gritarte,/ por ellos, por vos, por algo/ Qué haces que no laburás"
El tono sigue subiendo y aparece el recuerdo de los padres, de la herencia de dignidad y por sobre todo del esfuerzo. El consejero se escuda en el orgullo de haberla peleado, pero al mismo tiempo le da bronca ver que el joven desprecia su legado y no hace nada para mejorar. Hay que "laburar", nada más y nada menos, hay que "romperse el lomo".
"Si vieras que contenta/ se pone el alma cuando uno/ sabe que es útil al cielo/ asimismo a los demás/ Sonreí que eso no asusta/ bordá un canto a tu pañuelo/ Y si igual nada te gusta/ entonces sí, te entregás"
Una bocanada de aire por un lado, ya que no es solo reproche, es un consejo positivo: la vida vale cuando se vive en función de los otros, cuando se comparte. Pero por otro lado también un ultimátum durísimo: si ni el trabajo, ni la sonrisa, ni la compañía te alcanzan, entonces… la vida no tiene sentido, por lo que la idea suavizada del consejero es "ríndete", para no terminar con una medida categórica y empujado tácitamente a una tragedia explícita:
"De que te quejás muchacho/ Contra quien van tus aullidos/ es que en casa no ha podido prestarte el auto papá/ Otra vez no has comprendido/ tus derechos de atrevido/ y no te ha puesto los mangos que pone siempre mamá"
El señor maduro persiste y ataca todos los frentes del muchacho. No se desprende del tono irónico y mordaz, lo ridiculiza, lo trata de caprichoso y termina acertándole un verdadero cachetazo de realidad. No pretende sacarlo de su eje, su objetivo solo apunta a construirlo como persona:
"Está bien, quédate piola/ Dejá que yuguen los giles/ Pero cuidao que la bola un día puede parar/ Y al sentir tu vida sola/ sin un sentimiento humano/ A quien llamarás hermano/ en este triste final".
El temple del "viejo" pudo más que el orgullo del "pibito caprichoso" y con sensatez le aplica la ultima estocada a través de una advertencia clara significándole que la suerte y la protección de sus padres y el dinero fácil, todo se termina y que cuando esa rueda se detenga solo será dueño absoluto de lo que construiste (o sea nada). La soledad te golpeará con más fuerza que nunca, tu soberbia se esconderá detrás del miedo y de la pobreza y estarás tan ciego que en este camino recorrido abundarán las penumbras y te preguntarás: ¿Dónde están mis afectos?
Este tango se mueve entre bronca, ironía, consejo y ternura. Es la voz de la experiencia en el ambiente del arrabal que pretende recuperar a un joven por más duro que sea el consejo. "De que te quejás" es un espejo de generaciones. La voz del "viejo", no busca humillar, sino rescatar. Le habla un hombre curtido por la vida con un aliado que fue el hambre, que con su lucha generó valor, el valor para hablarle al joven que la vida le regaló todo, lo premió en grande y que sin embargo, se queja por lo que no tiene…o por el solo hecho de quejarse.
En este tango no hay destino de queja. Sonreír, compartir y ser útil de por si, es un verdadero lujo y aunque resulte muy crudo, la pobreza no se mide por lo material, sino por la soledad del alma al no saber agradecer, ni querer. El señor maduro grabó a fuego la enseñanza más simple y dura a la vez: "La vida se ennoblece cuando deja de girar en torno a uno mismo y empieza a tejerse con los demás".
Hasta la próxima.