El pasado que nos interpela
El 45: cuando cambió el mundo

Ricardo Miguel Fessia
I
– Estamos viviendo un año de aniversarios de hechos fundacionales. Ocurre que la inmediatez de temas que nos imponen, hace que perdamos el observar de dónde venimos para saber hacia dónde vamos. Así de sencillo es este silogismo de la historia.
II
El mundo había comenzado a cambiar el 28 de junio de 1914, cuando Gavrilo Princip jaló el gatillo de su Browning FN de 1910 y los proyectiles dieron contra el archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa Sofía.

Durante las tres décadas siguientes Europa no tuvo una temporada sin que en algún lugar haya una trinchera desde donde los fisiles echaran fuego mortal. Pero, sin dudas, el nuevo tiempo de la sociedad, que será una nueva era histórica, llegó en 1945.
Ese año, Benito Mussolini (28 de abril) y sus adláteres son colgados en una gasolinera de Milán, si bien el fascismo había caído dos años antes; muere Adolfo Hitler (30 de abril) en el Führerbunker; finaliza la Segunda Guerra Mundial (9 de mayo), con la firma de la Capitulación de Alemania; Estados Unidos lanza Little Boy sobre Hiroshima (6 de agosto) y Fat Man sobre Nagasaki (9 de agosto); cincuenta y un estados se reúnen en San Francisco para dar nacimiento a la Organización de las Naciones Unidas (24 de octubre); se madura la idea de descolonizar África; se conforma un mundo bipolar en los días de intensa negociaciones en el Palacio Imperial de Livadia, en Yalta, junto al Mar Negro (del 4 al 11 de febrero), donde Gran Bretaña queda fuera y se inicia otro modelo que conflagración: la guerra fría.

Ese año, que ahora celebramos el ochenta aniversario, marcó el modelo de mundo que vivimos y en el cual está inserta la Argentina. Pero no es solo una efeméride sino una realidad: son los temas de fondo de la actual agenda. La forma y dinámica de las relaciones internacionales y el monitoreo constante ante la eventual aparición de otro fanático dictador que pueda encender una nueva chispa.
III
Los temas vuelven y no en forma retórica. Para el aniversario de esa fría tarde del 3 de febrero cuando un grupo de soldados de la 332º División de Infantería del Ejército Rojo se topaba con una enorme verja donde, en lo alto, se podía leer Arbeit Macht Frei ("El trabajo os hará libres"), en Auschwitz, se volvió sobre la posible responsabilidad –por acción u omisión- de los aliados.
Más allá de los debates, la fecha es inmortalizada como el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
IV
Lo de Yalta no va en menos. Esos días de tensa convivencia en donde Iósif Stalin, Winston Churchill y Franklin Delano Roosevelt se repartieron el mundo todavía da para muchos comentarios. No es para menos ya que se digitó el destino de la humanidad.
Se rompieron todos los protocolos; se aceptó como sede un tradicional palacio de una de las partes y no estuvo previsto para un día, sino que se trabajó durante siete, sin gente en las inmediaciones y menos periodistas recorriendo los jardines, apenas un par de fotógrafos de mucha confianza que mostraban sus tomas antes de salir para la redacción.
El domingo 4 fueron llegando las delegaciones. Stalin, que gozaba de gran popularidad global por identificarse como el vencedor del nazismo -con esa foto que perpetúa el momento en que un soldado soviético iza en la azotea del Reichstag la bandera roja con la hoz y el martillo signando la derrota-, arribó en tren.
A propósito de esa imagen, no fue del 30 de abril, sino de tres días después y armada en base a relatos.
Tampoco se decía nada de la Orden 227 que disponía que todo soldado rojo que diera un paso atrás mientras defendía la posición, debía ser ejecutado por sus oficiales en el acto. Menos se mencionaba el inmenso genocidio de propios rusos a cargo del régimen; entre ejecuciones judiciales y purgas, superan los 30 millones.
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Sus anfitriones se habían reunido horas antes en Malta -enclave mediterráneo inglés- donde no llegaron a mayores acuerdos. El aeródromo de Saki recibió veinticinco aviones que transportaban unas ochocientas personas de las dos delegaciones.
Roosevelt arribó en un C-54 cuatrimotor al que se le había dotado de un ascensor eléctrico para poder abordarlo en su silla de ruedas. Todavía debían recorrerse tres horas en vehículos hasta el palacio de invierno a la costa del mar.
Los rusos no ahorraron gastos en atender a las dos delegaciones. Se cuenta que en el noche de ese lunes 5, Roosevelt pidió un trago en cuya preparación originaria había una rodaja de limón, pero en el lugar no había.
Sobre el mediodía siguiente algunos diplomáticos se sorprendieron por la presencia de un limonero en uno de los salones. Las comidas que elaboraban expertos cocineros distaban muchos de una Europa aún humeante y hambrienta.
Entre los preparativos y aplicando métodos que luego perfeccionaron, se encargaron de poner micrófonos en cada cuarto y sala del palacio, y también en los amplios jardines.
Esas prácticas se continuaron con alto nivel de sofisticación. Como resultado de los acuerdos se llegó a un "loteo" de Europa con cuatro zonas, en las que se incluía también a Francia, si bien Charles De Gaulle no estuvo en la cumbre.
Junto a ello se desmilitarizó la zona y los rusos lograron un jugoso resarcimiento -10.000 millones- que si bien no pudo hacer efectiva en papel, por la imposibilidad material, se llevó la matricería industrial que permitió un importante salto de calidad a las empresas soviéticas.
Como había que dejar un mensaje, se creó una instancia jurisdiccional que tuvo como base la ciudad alemana de Nuremberg donde sentaron, en el oprobioso sector de los acusados, a los principales criminales.
En esa cumbre Stalin prometió dominar a los nipones a cambio de ejercer soberanía sobre las islas Kuriles -ese rosario volcánico de 1.300 kilómetros-, las Sajalín, en el mar de Ojotsk y la extensa Mongolia.
Estratégicamente era importante, pero lo que le preocupaba era la frontera oeste donde había logrado correr el límite varios kilómetros sobre Polonia.
La idea era extender el poder comunista en Europa y sus interlocutores lo sabían, por eso le hicieron tomar el compromiso se impulsar elecciones libres en todos los países de la zona: desde la misma Polonia hasta Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria. Pero lejos de ello, se forjaron redes para que sean satélites moscovitas y terrenos de las intrigas de la guerra fría.
Lo sellado fue nada más que para un escarceo y pocas semanas después, en la conferencia de Postdam (Alemania), en los aposentos del Palacio de Cecilienhof, en las inmediaciones de Berlín, con el verano a pleno, se pudo comprobar que lo acordado ayer nomás, no se cumpliría.
Había nuevos actores: Harry S. Truman (sucesor de Roosevelt) y Clement Attlee, que había derrotado en las elecciones a Churchill.
V
Lejos de aquellas latitudes, en nuestro país gobernaba Edelmiro Farrell, un oscuro militar con poder de mando en el golpe de 1943, que luego golpeó a Pedro "Palito" Ramírez con el apoyo de los coroneles para tomar el sillón de Rivadavia.
Para ese año, dentro del gobierno faccioso, el hombre fuerte era el coronel Juan Domingo Perón, que había demostrado particulares dotes al acercarse a sectores obreros desde la Secretaria de Trabajo y lograr que incipientes organizaciones de trabajadores adhieran a una dictadura; no sería la última vez, en 1966 volvieron a lo mismo.
Tanta era su ascendencia que detentaba el cargo de vicepresidente y se encargaba de las relaciones con las potencias extranjeras, en particular con Estados Unidos y Gran Bretaña. Como toda dictadura, pesaba la proscripción sobre los partidos políticos, que sería levantada en agosto de 1945.
Juan Domingo Perón recibe los atributos presidenciales de manos de su antecesor Edelmiro Farrel el 4 de junio de 1946. Archivo El Litoral
El talento político de Perón sobresalía entre sus camaradas de armas. Esa particularidad, sumada al tejido de relaciones con los trabajadores -gracias a personajes como Cipriano Reyes a los que le daba pequeños beneficios-, ayudaban a conformar una idea de Estado que era muy distinta a las de sus colegas que seguían con el Estado militar desgastado, con una clara admiración al sistema ideológico que era derrotado y aniquilado en Europa.
En el panorama internacional, tanto Londres como Washington sabían de la simpatía al modelo nazi de los gobernantes argentinos, pero cada uno tenía sus propios intereses.
Era tan así la empatía, que recién el 27 de marzo de 1945 Argentina le declaró la guerra a la Alianza del Eje (Alemania-Italia-Japón) cuando nada quedaba, al punto que un mes después el Führer traspasaba el poder que debía "permanecer por mil años" y se disparaba con su pistola.
Unos días después nuestro país reiniciaba los vínculos diplomáticos con Estados Unidos, si bien el 12 de abril fallecerá Roosevelt, a poco de comenzar su cuarto mandato.
El embajador americano en Argentina se había marchado por orden de Cordell Hull el año anterior como clara expresión del rechazo a la neutralidad. Por su parte Churchill, que tenía en claro el sesgo del gobierno, cavila en qué medida tomar ya que no quería perder el envío de carnes y semillas proveniente de las pampas argentinas.
Pasada una década y con motivo de los sucesos de Buenos Aires, el "bulldog inglés" decía que "Perón es el primer soldado que ha quemado su bandera y el primer católico que ha quemado sus iglesias", por esos incidentes del 16 de junio que tantas divisiones crearon entre nosotros.
VI
Aquello ocurrió hace ocho décadas, y todo ha cambiado en forma notable, al punto de sostener que ese mundo ya no existe. Aquel acuerdo de Yalta y el nacimiento de ese "gran movimiento nacional y popular" están en crisis y por lo tanto motivo de observación; observación crítica y reconfiguración.
Al calor de ese tiempo, de un plumazo Nikita Kruschev en 1954 entregó toda la península de Crimea a Ucrania cuando fungía como República Socialista.
Los rusos habían montado un modelo sólido sin que nadie pueda imaginar que al Muro de Berlín le llegaría su hora el 9 de noviembre de 1989 y que veinticinco años después, en 2014, Vladímir Putin quiera levantar otro al mandar a sus tropas a anexar esos mismos territorios crimeos para desatar un conflicto tan cruel como descabellado.
Desde la diplomacia rusa se escuchan voces que pregonan algo así como el regreso a Yalta, aún con el comprobado fracaso, pero con la supervivencia de la ONU como instancia de diálogo. Como en su tiempo Stalin creía más en la fuerza de los cañones que en el diálogo en este foro, su continuador cultiva similar perfil si bien da muestras de allanarse a ciertas convocatorias.
En algunos de esos días del 45, Stalin sostuvo que la Argentina no debía participar de la ONU por esa "simpatía ideológica" que lo retenía en la neutralidad; hace años que no entramos en ninguna agenda.
El actual justicialismo, que ha mutado en su forma exterior borrando casi por completo los límites ideológicos al punto que conviven tanto la derecha privatizadora como la izquierda estatista, con simpatías prorusa, parece olvidarse de la neutralidad y no encuentra la respuesta a temas esenciales a su propia causa al punto que los sectores más vulnerables y los de bajos recursos, su tradicional clientela, votan desembozadamente a la derecha.
Otros siguen repitiendo slogan de algún comunicador que no conoce las calles de un barrio, mientras suma fracasos.