Plan de Paz de la Casa Blanca
El acuerdo de Gaza de Trump enfrenta un futuro incierto
/https://sur24cdn.eleco.com.ar/media/2025/10/gaza2.jpg)
El alto el fuego en Gaza, impulsado por Trump, ofrece un respiro humanitario pero ignora el núcleo del conflicto, recordando las estrategias de la Guerra Fría.
Iván Ambroggio
En un giro que parece sacado de las páginas de la historia diplomática del siglo XX, el presidente Donald Trump ha irrumpido nuevamente en el escenario de Oriente Próximo, proclamando el fin de la guerra en la Franja de Gaza y posicionándose como el artífice de una paz largamente esquiva.
El 13 de octubre de 2025, tras dos años de devastadores enfrentamientos entre Israel y Hamás, Trump fue ovacionado en el parlamento israelí, donde declaró que "la larga y dolorosa pesadilla finalmente terminó".
Este momento evoca inevitablemente la era de Henry Kissinger, el referente de la realpolitik que, en los años 70, moldeó el mapa regional con su diplomacia shuttle y acuerdos parciales que priorizaban la estabilidad sobre la justicia.
Kissinger, como Secretario de Estado de Estados Unidos y asesor de Seguridad Nacional en los gobiernos de Richard Nixon y Gerald Ford, priorizó los intereses nacionales y el equilibrio de poder en un contexto de Guerra Fría.
Sus políticas, como la distensión con la Unión Soviética, la apertura hacia China y su manejo de conflictos como la Guerra de Vietnam o la crisis en Oriente Próximo, reflejan una visión pragmática. Por ejemplo, su diplomacia con China en los años 70 buscaba contrarrestar el poder soviético, jugada típica de la realpolitik.
No obstante, su enfoque también ha sido criticado por su aparente indiferencia hacia cuestiones éticas, como el apoyo a regímenes autoritarios en América Latina (como el golpe en Chile en 1973) o el bombardeo en Camboya. Esto refuerza la percepción de que Kissinger ponía los intereses de poder por encima de consideraciones morales, una característica clave de la realpolitik.
Puede interesarte
Trump anunció el fin de un choque armado que deja más de 67000 palestinos y 1200 israelíes muertos, acusaciones de genocidio contra un Israel cada vez más aislado a nivel internacional, la región de Oriente Próximo al borde del colapso humanitario y un equilibrio geopolítico en transformación.
En su cruzada contra Hamas, la ofensiva israelí arrasó con la Franja de Gaza, un enclave habitado por más de 2 millones de personas. Desde finales de octubre de 2023, las fuerzas israelíes lanzaron una campaña aérea y terrestre con el objetivo de desmantelar por completo el aparato del grupo islamista.
Según el reconocido experto en conflictos internacionales, Paul Rogers, el nivel de destrucción equivale a "6 Hiroshimas". Los hechos del alto el fuego son innegables: un cese de hostilidades entró en vigor el viernes pasado, facilitado por un plan de 20 puntos impulsado por Trump.
En una cumbre en Sharm el Sheikh, Egipto, el mandatario estadounidense firmó una declaración junto a los líderes de Egipto, Qatar y Turquía, formalizando el acuerdo.
Este pacto incluye la liberación de los últimos 20 rehenes israelíes a cambio de unos 2000 prisioneros palestinos, la retirada progresiva de las tropas israelíes de Gaza y el compromiso de resolver futuras disputas mediante la diplomacia y no por la fuerza.
Estados Unidos emerge como garante principal, supervisando un "comité palestino tecnocrático" para administrar el enclave bajo tutela internacional, excluyendo a Hamas del poder inmediato. Este arreglo busca estabilizar una región, pero no aborda el núcleo del conflicto palestino-israelí.
Trump, en su discurso ante la Knesset, no escatimó en grandilocuencia: se autodenominó el "Presidente de la Paz". El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, lo presentó como el "mejor amigo" de Israel en la Casa Blanca.
La escena, con legisladores vociferando "Trump”, contrasta con las ausencias de opositores israelíes que ven en este pacto una capitulación prematura frente a un conflicto que ha devastado Gaza y profundizado divisiones internas.
El accionar de Trump rememora a Kissinger y su obra La Diplomacia. Ambos líderes comparten un realismo crudo. Kissinger veía esa región como un tablero de ajedrez donde las superpotencias movían piezas para contener el caos; Trump, en su primera presidencia, impulsó los Acuerdos de Abraham, normalizando relaciones entre Israel y varios Estados árabes sin resolver el núcleo palestino.
Ahora, este alto el fuego extiende esa lógica: ignora temporalmente el estatus final de Gaza o Jerusalén, enfocándose en la desmilitarización de Hamas y la reconstrucción, con Egipto organizando una conferencia en noviembre.
Como Kissinger, Trump usa aliados regionales -Egipto, Qatar, Turquía- como mediadores, pero añade un toque personal: su "gira de victoria" por Jerusalén y Tel Aviv, y promesas de una "Junta de Paz" presidida por él mismo.
También existen diferencias. Kissinger operaba en la sombra de la Guerra Fría equilibrando poder contra la Unión Soviética; Trump navega un mundo multipolar, con China e Irán como sombras amenazantes. En Sharm el Sheikh, líderes como Macron, Sánchez, Starmer y Meloni asistieron, pero sin representantes directos de Israel o Hamas, destacando la exclusividad del presidente estadounidense.
Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, se reunió con Trump, pero el rechazo de Hamas al desarme plantea interrogantes sobre la durabilidad del acuerdo. Al igual que los acuerdos de Kissinger, que llevaron a Camp David en 1978 pero no a una paz integral, este alto el fuego podría ser un paso, pero no el fin.
Trump prioriza la seguridad israelí y la estabilidad energética, alineada con intereses estadounidenses, mientras ofrece a los palestinos alivio humanitario y reconstrucción. ¿Podrá este amanecer histórico resistir las tormentas que vendrán, o será solo una pausa en un conflicto que ha derrotado a generaciones de diplomáticos?
El autor, docente universitario, es analista internacional especializado en Defensa y Seguridad.