Crónica política
Elecciones, derrotas, victorias y trampas

I
Los hermanos Javier y Karina Milei tienen razones consistentes para festejar, porque su fuerza política fue la más votada, además de darse el gusto de duplicar en cantidad de votos a los primos Mauricio y Jorge Macri, y de yapa ganarle al peronismo (nada novedoso en Capital Federal), pero como en estos comicios las encuestas lo daban ganador, los tres puntos de ventaja poseen un dulce sabor.
La euforia ganadora incluye detalles menores pero estimulantes, como haber ganado la mayoría de las comunas y que Ramiro Marra, su ovejita negra, quede afuera de la Legislatura.
Digamos, a modo de síntesis, que así como hay un ganador visible que se llama La Libertad Avanza (LLA), hay un perdedor visible que se llama PRO, derrotado sin atenuantes en su cancha, en elecciones que ellos mismos propusieron desdoblar y con los primos Macri metidos de lleno en la campaña.
A la derrota general, hay que sumarle que por primera vez desde que existen, el PRO no ganó una sola comuna. Y, en un plano más general, es la primera vez que en este proceso electoral abierto este año, un oficialismo es derrotado.
II
El titular de ese oficialismo porteño se llama Jorge Macri. Lo importaron de Vicente López del mismo modo que a Silvina Lospennato la importaron de la provincia de Buenos Aires. Estas especulaciones importadoras no están prohibidas pero, a juzgar por los resultados, la derrota suele aguardar a la vuelta del camino.
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En democracia perder una elección no necesariamente es una catástrofe. Si hay fe, convicciones, esperanzas y dirigentes a la altura de esas expectativas, la derrota en más de un caso fortalece para nuevos desafíos.
El Frente Amplio en Uruguay y Lula da Silva en Brasil se cansaron de perder elecciones, pero las derrotas los templaban hasta el momento que ganaron la presidencia. No sé cuál será el destino del PRO, pero hay motivos para no ser muy optimistas con su futuro.
El libro de pases hacia LLA está abierto. Ustedes me perdonarán, pero no soy muy optimista acerca de las convicciones y mística política del PRO, convicciones y mística que se ponen a prueba en la derrota y no en la comodidad de las victorias. Habrá excepciones por supuesto, pero sospecho que hay una mayoría de la tropa que se muere de ganas de pasarse a las filas del bando ganador.
Si en el siglo pasado se aseguraba que ningún presidente del "patio trasero" resistía un cañonazo de un millón de dólares, hoy podemos permitirnos no ser tan exagerados pero sí nos sentimos habilitados a sugerir que en nuestra política criolla a los dirigentes del PRO los vamos a juzgar por su capacidad para resistir la tentación de un cargo público al mejor estilo de la política de "casta" que el presidente Javier Milei prometió derrotar, aunque hay razones para sospechar que más que derrotarla lo que ha hecho es aprender de sus vicios en un nivel de calidad que muy bien lo podríamos considerar su mejor alumno.
III
Hay más malas noticias para el PRO. Que antes de las 24 horas de los resultados en la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri se haya subido a un avión rumbo a Europa y luego a Qatar, no suele ser la conducta ideal de un dirigente aguerrido en las buenas y en las malas.
Se dice que el general de una batalla perdida acompaña a la tropa para consolar a heridos, mantener la fe en la causa, aliviar dolores. Macri parece estar en las antípodas de esa conducta. De todos modos, no todas son buenas noticias para los hermanitos Milei.
Ganaron, pero casi el cincuenta por ciento de los porteños no se dignó ir a votar. Esa ausencia en todas las circunstancias destiñe la fiesta más alegre y es una señal de tormenta que lo peor que se puede hacer es desconocerla.
No votar no decide nada institucionalmente, pero cuando esa decisión es alta, es una señal de alarma. Una mayoría de porteños está en desacuerdo o es indiferente al juego político.
Y los principales afectados, o los que más deben preocuparse por estos desplantes, son los partidos que sacaron más votos, y a los que esa ausencia notoria les deja un indisimulable mal sabor en la boca.
Un capítulo u opúsculo aparte merece Horacio Rodríguez Larreta, que con su porcentaje de ocho por ciento podría decirse, con cierta benevolencia, que salvó la ropa. Tres diputados y la posibilidad de mejorar sus chances en las próximas contiendas, es su balance.
Posibilidad remota pero posibilidad al fin. Lo que huele a fracaso en toda la línea es la performance de Evolución, la máscara que se puso la UCR para competir en estos comicios en los que obtuvo un porcentaje que recuerda la catástrofe de Leopoldo Moreau en los tiempos en los que se decía radical.
Y pensar que desde la Ley Sáenz Peña hasta el último año del siglo XX la UCR ganaba las elecciones porteñas de orejita parada.
IV
Respecto de las consecuencias de estas elecciones en el plano nacional, sería un error subestimarlas como sobreestimarlas. Las batallas más importantes están en el futuro donde se elegirán autoridades nacionales y, muy en particular, en la provincia de Buenos Aires, donde se librará la madre de todas las batallas.
Los hermanos Milei han decidido ir por todo y ese "todo" incluye terminar de desangrar al PRO cuyos dirigentes de segunda línea y tercer línea, según aseguran los operadores mileístas, no es necesario comprarlos porque a esta altura del partido están regalados.
También se ha hablado con cierta ligereza sobre las excelsas virtudes de los ganadores en las urnas y los imperdonables vicios de los perdedores.
Una vez más es necesario recordar que en toda elección democrática hay ganadores y perdedores, y los ganadores de hoy pueden ser los perdedores de mañana y esas escaramuzas de la política no los hace ni más buenos ni más malos.
Una elección mide relaciones de fuerza, espacios de poder, humores de la sociedad y está bien que así sea. Pero no define quién es el bueno y quién es el malo de la película.
Tampoco la victoria consagra al ganador de aquí a la eternidad. Enfatizo sobre estos principios básicos de una cultura republicana porque en estos días se ha hablado con cierta ligereza acerca de resultados que son reales pero que en política nunca son definitivos. ¿Ganó Milei? Sin ninguna duda, pero esa victoria no autoriza a suponer que ganará siempre.
¿Perdió el PRO? También es evidente, pero la derrota no incluye necesariamente su extinción política aunque sus principales dirigentes parecen estar muy entusiasmados en poner en remate al partido que en su momento los llevó al poder.
Algo parecido puede decirse de otros partidos o coaliciones. Este año están previstas elecciones en varias provincias; en septiembre se libra "la pelea de fondo" en la provincia gobernada por Axel Kicillof.
Esto quiere decir que desde el punto de vista estrictamente electoral quedan pendientes varias contiendas con resultados que seguramente serán diversos. José Aguirre Cámara, político conservador de Córdoba.
Lúcido, pícaro, guapo y aguerrido; político templado en elecciones de hacha y tiza a lo largo de un tiempo en que se defendían las urnas a punta de facón o de pistola, reflexionaba, a la vuelta del camino, que en los incontables combates cívicos que había participado aprendió mucho más de las derrotas que de las victorias.
Y un politólogo amigo siempre me habla de que en democracia es necesario cultivar una ética republicana de la derrota, para contrastar la euforia populista acerca de que "el pueblo nunca se equivoca", o que los ganadores son los preferidos exclusivos de los dioses.
V
Y ya que hablamos de los conservadores y los comicios, no está de más recordar que en sus momentos fueron los artífices del fraude electoral, del arte de robar las urnas por las buenas o por las malas. Los amigos de LLA, que de alguna manera se consideran nietos de aquellos conservadores, hoy no roban urnas pero estafan robando imágenes.
El operativo que reproduce la imagen de Macri llamando a votar por Manuel Adorni y "ordenando" que Lospennato se baje para impedir la posible victoria de los horripilantes peronistas, es una maniobra digna de Marcelino Ugarte, Alberto Barceló o Manuel Fresco. Lo que los abuelos hacían a punta de pistola, los nietos lo hacen recurriendo a la Inteligencia Artificial.
En sus tiempos los conservadores admitían el fraude, pero lo consideraban "patriótico", y ese noble sentimiento los justificaba. Hoy sus nietos de extrema derecha admiten que cometieron fraude digital pero lo justifican en nombre del humor. "Fue un chiste", dicen ellos, que suelen ser tan sensibles al humor, la paradoja y la sonrisa traviesa.