Crónica política
En política nunca está dicha la última palabra

I
Los kirchneristas se dieron el gusto de salir a la calle para honrar a Cristina Fernández, exigir su libertad y denunciar la conjura de intereses de las grandes corporaciones muy interesados en proscribirla. Las cifras confiables suman en la marcha alrededor de 150.000 personas, un muy buen nivel de convocatoria aunque muy lejos del vaticinio de un millón de manifestantes en las calles de todo el país. Políticamente la movilización está más cerca del fracaso que del éxito. Si bien una condena judicial se evalúa con los recursos de la ciencia jurídica, no resulta indiferente a la hora de hacer las evaluaciones políticas del caso que cerca del setenta por ciento de la población considera que Cristina es culpable. Es mucha diferencia. El problema real de Cristina es que las pruebas en su contra son abrumadoras. Los kirchneristas observan que sospechosamente el proceso se aceleró, cuando en realidad si alguna observación habría que hacerle a la justicia argentina no es su celeridad sino su lentitud. Cristina apostó a una solución estilo Menem. Despedirse de esta vida sin ser condenada. Se equivocó, y estimo que en su intimidad ella y algunos de sus íntimos colaboradores deben estar arrepentidos de no haber gestionado un indulto en tiempos de Alberto Fernández; el mismo indulto que ahora le están exigiendo los peronistas al próximo presidente de ese signo.
II
Cristina está presa, es muy probable que esté acechada por el crepúsculo de su vida política, pero en tiempo presente sigue siendo una protagonista política no creo que decisiva pero sí importante. El miércoles no convocaron a un millón de personas pero no hay un político en la Argentina que esté en condiciones de convocar cifras superiores. Es verdad, el poder político no se mide exclusivamente por la capacidad para movilizar multitudes, pero admitamos que nadie puede ser indiferente a esa capacidad para movilizar. ¿Con colectivos, con camiones, con aparato? Por supuesto. No conozco ninguna movilización popular que no disponga de esos recursos. Es probable que Cristina no sea hoy la política que gane más adhesiones en la Argentina, pero hasta que alguien demuestre lo contrario sigue siendo en el interior del peronismo por lejos la dirigente más fuerte. Lo es desde hace muchos años y lo sigue siendo hoy. ¿Dispone de futuro? Por lo pronto, el futuro que habilitan sus 72 años de edad; pero 72 años en los tiempos actuales, donde el presidente de Estados Unidos tiene 79, y los de China y Rusia 72. Porque el problema no es el tiempo biológico, sino el político. Todo hace suponer que le resultará muy difícil recuperarse de esta condena que, además, tal como se presentan los hechos, es la primera pero tal vez no sea la última.
III
Un dato para registrar: el peronismo, por lo pronto el kirchnerismo no acepta la condena, lo cual es previsible, pero además ha convocado a resistir. "Resistencia" llaman a ese operativo. Cristina dispondrá de prisión domiciliaria, pero de allí en más todo está en disputa y esa disputa es política, una pulseada política. ¿San José 1111 será la nueva Puerta de Hierro? ¿Podrá celebrar mítines políticos y recibir en su domicilio a dirigentes nacionales e internacionales? ¿Habrá tobillera electrónica? ¿Dispondrá de internet y teléfono celular? ¿Saldrá al balcón a regar macetas, a bailar o a improvisar arengas? Todo esto está en discusión. El peronismo ya dijo que hará todo lo posible para que la prisión de Cristina no se parezca a una prisión... ¿los jueces y la opinión pública podrán resistir a esa suerte de rebelión a la ley? No lo sé. Pero el conflicto está abierto. El mayor rigor o liberalidad de la prisión de Cristina será un campo de disputa política. El contexto político nacional será importante y decisivo. La consolidación de la gestión de Javier Milei o su fracaso gravitó en esta pulseada.
IV
La cárcel de Cristina ocupa la atención de la opinión pública desde hace unos quince días. Es muy probable que hacia el futuro la noticia pierda gravitación y la incógnita que se abre es si el kirchnerismo mantendrá recursos para sostener su poderío político. La veo difícil. Cristina no es Nelson Mandela, no es el Mahatma Gandhi, no es Juan Domingo Perón. Tampoco existe el contexto político que hizo posible esos liderazgos. No estoy en condiciones de vaticinar sobre el futuro de Cristina, pero sí estoy seguro que el peronismo continuará gravitando en la política argentina. Con Cristina o sin Cristina. El único dirigente que se distingue es Axel Kicillof. Como diría mi tío Colacho: no le veo uñas de guitarrero. Pero nunca hay que perder de vista que uno de los rasgos distintivos del peronismo es la capacidad para promover siempre un dirigente al que nadie le daba importancia o que nadie vio venir. Así fue con Carlos Menem y con Néstor Kirchner. Lo que digo no es una ley absoluta pero el peronismo como cultura política, como tradición, sigue vigente, y de esas multitudes que aún creen y en algunos casos veneran los símbolos y la historia del peronismo hay muchas probabilidades de que salga el soldado que llevaba en su mochila el bastón de mariscal, como le gustaba decir a Napoleón.
V
No anda bien el mundo. No recuerdo en qué comedia el personaje decía: "Paren el mundo que me quiero bajar". Ucrania sigue al rojo vivo y mientras el déspota de Vladímir Putin se mantenga en el poder los tambores de la guerra seguirán sonando y sus ecos cada vez se escucharán con más nitidez en Europa. China no puede disimular el hambre que le tiene a Taiwán, como tampoco puede disimular que su régimen es una dictadura totalitaria con campos de concentración incluidos y, para riesgo de todos, con una economía en expansión. China no intenta propagar el comunismo como lo hacía la Unión Soviética, o Cuba en tiempos de Fidel Castro, pero su expansión económica incluye necesariamente su expansión totalitaria. No lo dicen pero lo hacen. No es descabellada la hipótesis de que esta ola de autoritarismo que sacude al mundo proviene, está inspirada de manera confusa pero detectable, del "ejemplo" chino. Los sucesos de Medio Oriente son graves, y posibles consecuencias más graves no hay que descartarlas. Israel e Irán mantienen asignaturas pendientes desde hace más de cuarenta años, desde 1979, el año en el que los ayatolás derrocaron al sha Mohammad Reza Pahleví, para ser más precisos. Aún no habían tomado el poder y declaraban que Estados Unidos y los judíos eran diabólicos, satánicos. Desde esa fecha hasta ahora nunca dejaron de ratificar su voluntad de arrojar a los judíos al mar. En el interín marcharon a la guerra contra Irak. El balance de esa carnicería entre chiítas y sunnitas superó el millón de muertos. Por supuesto, de ese baño de sangre entre facciones islámicas nadie se hizo cargo. Después los objetivos de Irán fueron siempre los mismos. Y en estos temas los muchachos son hasta aburridos. Destruir a Israel y para ello alentar bandas terroristas en la región y construir su propia bomba atómica cuyo principal destinatario ya sabemos quién es. Las bandas terroristas hoy se llaman Hezbolá, Hamás, Yihad Islámica Palestina… y la lista continúa. Sin escrúpulos y sin culpas sembraron el terror en Líbano, en Siria, en Irak y nunca dejaron de apuntar contra los judíos. La respuesta de Israel siempre estuvo a la altura de la amenaza que lo acechaba, sabiendo que hay una cosa que los judíos tienen bien claro, mucho más alla de sus duras disputas internas: "No soportaremos otro Holocausto; nunca más nos llevarán como ovejas al matadero". En virtud de premisas como esa, y la libertad como Nación que pagaron con sangre y muerte, Israel actúa en consecuencia: "Los que nos quieren matar que sepan desde ya que nosotros los vamos a matar primero". Lo dijo Ben Gurión en su momento: "Después de lo que nos pasó con Hitler nadie puede creer que matar a un judío sale gratis". Estos antecedentes son los que explican en parte lo que hoy está sucediendo. Israel no va a consentir que Irán disponga de una bomba atómica. No lo va a permitir y además cumple con su enunciado. Su poderío militar es implacable y sus servicios de inteligencia están considerados entre los más eficaces del mundo. Por eso mismo, si los ayatolás suponían que sus compadreadas militaristas y sus cánticos guerreros iban a asustar a los judíos se equivocaron,... y se van a seguir equivocando.