Tierra del Fuego discriminada
Federalismo mentira... desde que tengo memoria

Por Matías Legrestti
Hace ya algunos años me mudé desde Pérez y Santa Fe, la primera provincia que se consolidó y fue ejemplo para todas las demás (con el Estatuto de 1819), a Tierra del Fuego, la provincia más joven, ya que tuvo su primera Constitución Provincial en 1991. El motivo, simple: soy docente y no conseguía trabajo en la provincia "Invencible" y surgieron posibilidades en el "fin del mundo".
Escribo en medio de un paro provincial provocado por las medidas tomadas por el gobierno nacional que afectan directamente a Tierra del Fuego. Cuando uno mira los medios de prensa "nacionales", o sea porteños, el debate se plantea en torno a cuestiones económicas de costos de producción, aranceles, etc. Sin embargo, el problema es, por sobre todas la cosas, político.
Pocos ciudadanos saben que para llegar a la provincia de Tierra del Fuego por vía terrestre hay que atravesar cuatro controles fronterizos: hay que salir de Argentina para entrar a Chile, para luego entrar a Argentina. Tampoco saben que los costos y el estilo de vida aquí es complicadísimo ya que, dicho en criollo, se necesita mucho mas dinero que en otras provincias para llevar un mínimo nivel de vida digno. ¿Por qué? Es simple, el clima extremo. No existe salir a la plaza del pueblo a tomar unos mates cuando el sueldo no alcanza; el frío extremo no lo permite. Existen infinidad de otros aspectos, pero para muestra, basta un botón.
Es todo mucho más simple de lo que parece: en 1972 el gobierno militar se "asustó" porque el Censo Nacional arrojó que en Tierra del Fuego había 8.209 habitantes nativos y 5.222 no nativos (38%), en su mayoría chilenos. ¿Una invasión? Nada de eso, simplemente que los ciudadanos chilenos estaban dispuestos a habitar y forjarse un futuro en una zona tan remota y con un clima tan extremo... y los ciudadanos argentinos no. Este es el punto de partida de los beneficios para Tierra del Fuego, sobre todo para poblarla.
Este dato nos lleva al punto central que me parece importante destacar. Durante todo el siglo XX y el XXI los conflictos principales se dieron en torno a binomios políticos de oposición, básicamente radicales contra conservadores, peronistas contra antiperonistas, kirchnerismo y antikirchernismo. Dejando de lado el monumental ejercicio de desmemoria de la sociedad argentina en torno al abrazo histórico del 18 de noviembre de 1972 entre Ricardo Balbín y Juan Domingo Perón (y por qué no a la "transversalidad" que tanto le redituó a Néstor Kirchner) aparece "el" hecho central: el federalismo truncado de la Confederación Argentina, nombre en total desuso que aún está vigente en nuestra Constitución Nacional.
Nunca se va a poder construir un país desarrollado en toda su extensión si los destinos del mismo siguen dependiendo de las elecciones principalmente en dos distritos: provincia y ciudad de Buenos Aires. La gente vota en torno a lo que conoce y, ante el peso abrumador de los medios de comunicación centralizados en Buenos Aires, desconoce totalmente las realidades regionales y particulares de cada provincia y zonas de nuestro país (el octavo más grande del mundo territorialmente hablando, vale recordar).
Los gobiernos nacionales atacan las soberanías provinciales según intereses particulares y circunstanciales. Como ejemplo, entre tantos, se puede nombrar la discriminación que las administraciones kirchneristas tuvieron con Córdoba, Santa Fe y San Luis, según lo determinó la mismísima Corte Suprema de Justicia en el año 2015. Ahora le toca nuevamente -con Mauricio Macri ya hubo un intento inicial- a Tierra del Fuego con la administración de Javier Milei.
Si la producción industrial en la provincia más austral del mundo es ineficiente, se debe debatir y mejorar sin dudas. Pero, si ahora a todo "lo regula el mercado" y eso implica despoblar a esta provincia, el perjuicio a futuro en todo el país es mucho mayor: en forma simple, las islas Malvinas, la Antártida y toda la soberanía marítima con una importancia estratégica, militar y también económica mucho mayor.
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Volviendo a Santa Fe, hay que recuperar la memoria. Hay que recuperar las enseñanzas del pasado. La "Provincia Invencible" se ganó ese título -para nada grandilocuente- luego de derrotar en innumerables situaciones al mayor ejército invasor de todo el país (no, no es el británico), el de la Buenos Aires unitaria del siglo XIX. Y, cuando ya no pudo sostener ese título que a fuerza de sangre y lanzas se ganó, tomaron la posta primero la Corrientes de Pedro Ferré y luego la Entre Ríos de Justo J. de Urquiza ante la versión más sofisticada del predominio porteño: la Buenos Aires rosista.
Córdoba, dubitativa en algunas oportunidades, con Bustos también jugó un rol fundamental en la construcción de un país federal al igual que en repetidas oportunidades La Rioja como la cara más visible del federalismo en el Noroeste. En fin, cuando las provincias perdieron su rumbo, perdieron su norte principalmente luego de la Batalla de Pavón y la ¿traición? de Urquiza. Bartolomé Mitre y Buenos Aires avanzaron despiadadamente sobre todo el país, convertido ahora sí en la República Argentina y también en la Cabeza de Goliat: una cabeza gigante (Buenos Aires) con un cuerpo raquítico, el interior, o sea todo lo demás.
No, no es casual el título de esta nota que hace referencia a un tema de León Gieco que denuncia la falta de federalismo haciendo hincapié en la Patagonia. No, no es sólo una cuestión de cuánto sale de más o de menos un celular a nivel nacional, es una cuestión de desarrollo territorial. Hasta que los gobernadores de las provincias -empezando por los de Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, La Rioja, Corrientes, provincias federales por esencia desde su nacimiento- no empiecen a trabajar para restituir la Confederación Argentina que nació con el dictado de la Constitución Nacional en Santa Fe en 1853, que tuvo su capital en Paraná y que Juan Bautista Alberdi tanto defendió, este país está condenado al fracaso y su población a la desdicha.
(*) Profesor de Historia por la Universidad Nacional de Rosario.