Su declaratoria de “héroe nacional”
Hacia un reconocimiento nacional a Estanislao López (*)
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La Academia Nacional de la Historia aportó un dictamen fundamental para que la Comisión de Defensa Nacional apoyara el reconocimiento de López.
En medio del crispado clima político de los últimos debates parlamentarios, hubo un punto de encuentro en la Cámara de Diputados de la Nación. Por 133 votos afirmativos, ninguno en contra y cinco abstenciones, se dio media sanción al proyecto que declara “Héroe Nacional” al Brigadier General Estanislao López.
Se trata de una iniciativa impulsada por el legislador santafesino Roberto Mirabella, quien expuso en el recinto algunos de los muchos méritos que harían acreedor al “Patriarca de la Federación” de este relevante reconocimiento, no por tardío menos elocuente.
El proyecto de Mirabella, según él declara, era de larga data pero no había logrado la atención de sus colegas. La Comisión de Defensa Nacional de la Cámara, presidida por Ricardo López Murphy, tenía previamente que expedirse.
Para ello, estimó oportuno solicitar la opinión de la Academia Nacional de la Historia, y el titular de esta corporación, Fernando Devoto, encomendó la formulación del dictamen a un tribunal que integré junto a los colegas Miguel Ángel De Marco (h) y Susana Frías.
Así pude participar de la redacción del documento en el que la Academia aportó información relevante para que la Comisión parlamentaria se expidiera.
Buenos Aires fue la primera en distinguir a López
El diputado Mirabella hizo notar en diversas entrevistas que no existe en Buenos Aires una calle que recuerde a Estanislao López, lo cual es tristemente cierto.
Sin embargo, fue el Cabildo de esa ciudad la primera entidad estatal que ofreció un reconocimiento al general santafesino el 1 de junio de 1821 con motivo y de su triunfo frente al “Supremo entrerriano”, quien había invadido Santa Fe con la idea de hacer la guerra a aquella provincia.
Su ayuntamiento, del que formaba parte Joaquín Belgrano, hermano del general, consideró oportuno “hacer una demostración de su gratitud al señor gobernador de Santa Fe por la plausible victoria conseguida en los campos de Coronda”, y acordó cursar a López un oficio “con expresiones las más sinceras de unión y gratitud” y que se le hiciera el presente de “un sable de lujo”, cuya factura le fue encomendada al orfebre Juan de Dios Rivera.
La pacificación regional garantizada por López hizo posible la firma del Tratado del Cuadrilátero en el caluroso enero santafesino de 1822. Se iniciaba una etapa de paz y de prosperidad que alentaba el desarrollo del comercio y la recomposición social y administrativa de la provincia.
En ese contexto llegó desde Buenos Aires, con una carta del gobernador Martín Rodríguez del 13 de febrero, la valiosa espada con vaina y empuñadura de oro que le había otorgado el Cabildo de aquella ciudad, poco antes de su disolución.
Las manifestaciones de admiración de Rosas hacia López dieron continuidad a los homenajes porteños hacia su persona. Hizo que Pedro de Angelis escribiera su biografía en 1830 y que lo retratara Carlos Enrique Pellegrini el mismo año.
Organizó grandes agasajos oficiales durante su estadía en Buenos Aires en enero de 1837, encomendó a su médico personal que atendiera su delicada salud y dispuso que se exhibiera un cuadro con su figura en el fuerte de Buenos Aires, sede del gobierno.
Con motivo del fallecimiento de López, Rosas dictó el 30 de junio de 1838 un decreto de honores póstumos en el que se disponían tres días de luto, la celebración de exequias religiosas en la Catedral de Buenos Aires y la inscripción del nombre del Brigadier en la Pirámide de la Plaza de la Victoria en cada una de las fiestas cívicas.
Era la misma pirámide en cuya reja habían atado sus caballos los caudillos vencedores de Cepeda, luego de la firma del tratado del Pilar, cuando fueron agasajados en la sede capitular. Asociado a la figura de Rosas, el nombre de López sufriría en Buenos Aires, como muchos de los caudillos federales, la marginación histórica después de Caseros.
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El tratamiento de López como “héroe”
En ese mismo año de 1822 en el que López recibió la espada de Buenos Aires, la Legislatura santafesina le otorgó el grado de Brigadier General y una medalla de oro orlada de diamantes con la leyenda “La provincia grata al héroe Estanislao, siempre victorioso en su defensa”.
En 1835 la misma Sala de Representantes le dirige nuevos reconocimientos, entre ellos la declaración de “Ciudadano benemérito en grado heroico” junto al título de “Restaurador del Norte”.
También se le distingue con otra medalla de oro en la que se grabaron las armas de la provincia y la inscripción “La provincia de Santa Fe al Restaurador del Norte”, a lo que se sumaba “una suerte de estancia de tres leguas de frente y cuatro de fondo, dejando a su elección el lugar”.
La expresión de “héroe” dirigida a su persona era común entre quienes interactuaron con Estanislao López, como es el caso de Manuel López, gobernador de Córdoba, quien en correspondencia con los gobernadores del Noroeste informaba sobre la salud del santafesino en 1837 a quien menciona como el “héroe e ilustre campeón de la Nación Argentina”.
Juan Manuel de Rosas, por su parte, en combinación con Pascual Echagüe gobernador de Santa Fe, manda a confeccionar en 1846 una gran placa de mármol para cubrir la tumba de López en el convento de San Francisco de Santa Fe en la que lo define como “Esclarecido guerrero de la libertad y héroe glorioso de la Confederación”.
Otros homenajes y distinciones
l reconocimiento nacional al Brigadier López le fue otorgado en vida. La provincia de Misiones lo nombró su “protector” en 1823 y las de Salta, Tucumán, Jujuy y Catamarca le reconocieron el grado de Brigadier General en 1836, máxima jerarquía que le fue ratificada por Manuel Dorrego como director de la guerra con Brasil.
También por la Convención Nacional cuando le otorgó el mando del Ejército de las Provincias Federales que operó en 1829 contra la insurrección de Lavalle y por la Comisión Representativa de las provincias litorales creada por el Pacto Federal de 1831, cuando también le confirió el mando militar para enfrentar a la liga de nueve provincias que seguían al General José María Paz.
Al producirse el fallecimiento del Brigadier, el 15 de junio de 1838, las campanas de las cuatro iglesias de la ciudad marcaron el duelo de la provincia, acompasadas -dice Ramón Lassaga- por los disparos de cañón que se sucedieron cada cuarto de hora.
Una compañía de infantería hizo guardia en la casa mortuoria y a las 10 de la mañana siguiente, el ataúd que contenía los restos del gobernador fue trasladado a la Iglesia de la Merced donde se celebró una misa solemne.
A las tres de la tarde se le dio sepultura en el Convento de San Francisco amortajado con el hábito de la Orden. Las ceremonias religiosas y militares se sucedieron por varios días. Había muerto el decano de los gobernantes argentinos.
El mismo día del fallecimiento, la noticia llegó a Paraná. Consecuentemente, el gobernador de Entre Ríos Pascual Echagüe, que debía su cargo al General López, dictó un Decreto en el que se disponía la celebración de una misa solemne, y se ordenaba que todo el personal civil y militar de la provincia llevara luto durante tres días.
Cuando Echagüe pasó a ser gobernador de Santa Fe, dispuso en 1843 que en todas las oficinas del Estado se tendría a la vista el retrato “del ilustre finado Brigadier Nacional D. Estanislao López”.
Pese a la admiración que inspiró López en vida, su recuerdo se fue diluyendo fuera de Santa Fe con el transcurso del tiempo. Su declaratoria de “héroe nacional” bien podría motivar el estudio de su obra y el significado de su legado como impulsor de la organización federal de la República.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos en el año de su 90° Aniversario (1935-2025).