El conflicto israelí-palestino: entre el terrorismo y la búsqueda de justicia
Israel, Palestina y el desafío de la paz
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La lucha entre Israel y los palestinos es un conflicto complejo, donde los derechos legítimos de un pueblo se encuentran con amenazas existenciales para otro. Para el autor de la nota, la clave de la paz está en reconocer ambas dimensiones: seguridad para Israel y dignidad para Palestina.
Por Antonio F. Sagripanti
El conflicto entre Israel y los palestinos combina capas históricas de injusticia, ocupación, fracaso diplomático y —desde hace décadas— la irrupción de grupos armados cuya estrategia no es únicamente reivindicar derechos nacionales sino, en parte, la eliminación del adversario. Comprender esta diferencia es central: no todos los reclamos palestinos son iguales, y no todos los actores aceptan una solución territorializada que conviva con Israel.
Hamas, cuyo estatuto original de 1988 planteaba la destrucción de Israel, continúa hoy operando con un brazo armado activo y con respaldo de Irán. El ataque del 7 de octubre de 2023, que dejó más de 1.200 muertos en Israel y centenares de rehenes, confirmó para el pueblo israelí la percepción de una amenaza existencial.
Hezbollah, con fuerte apoyo iraní, representa otra dimensión del riesgo regional: miles de cohetes apuntando contra Israel, convirtiendo cualquier concesión territorial en una posible plataforma de ataque.
La división política palestina entre Fatah en Cisjordania y Hamas en Gaza, complica cualquier intento de negociar una paz duradera. Mientras sectores moderados han participado en procesos como Oslo, Hamas mantiene la vía armada. En este contexto, Israel sostiene que no puede aceptar un Estado palestino que albergue fuerzas decididas a destruirlo. A la vez, los palestinos tienen reclamos legítimos: desplazamientos, carencias socioeconómicas y un horizonte de Estado aún no concretado. El desafío es cómo reconocer esos derechos sin poner en riesgo la existencia del Estado de Israel. Por eso, una salida viable debe contener simultáneamente: garantías de seguridad, mecanismos de desarme verificables y la creación de instituciones palestinas responsables.
Ignorar que existen actores que buscan la destrucción de Israel es ingenuo; pero negar los derechos de millones de palestinos a un futuro digno también perpetúa el conflicto. La paz sólo será posible si ambas dimensiones se abordan a la vez: seguridad para Israel y dignidad para Palestina, bajo estrictas garantías internacionales.
Cualquier otra fórmula quedará atrapada entre la violencia del terrorismo y la desesperanza de una población sin horizonte. En suma, se trata de equilibrar la memoria de los ataques sufridos, la necesidad de justicia y la construcción de un futuro posible. No es una cuestión de ceder sin condiciones, sino de acordar un marco robusto que garantice la supervivencia de Israel y la viabilidad de un Estado palestino que renuncie de manera definitiva a la violencia.
Sólo así será posible avanzar hacia una paz duradera.