Crónica de la Historia
La masacre del 16 de junio de 1955

I
¿Fue una interna militar? ¿Fue la riña entre peronistas y católicos? Pueden habilitarse varias respuestas, pero en lo fundamental la contradicción peronismo-antiperonismo fue la más intensa y la más abarcativa. Los aviones mensajeros de la muerte llevaban inscripta en sus alas una consigna singular: "Cristo Vence". Raro, pero en todos los casos lo seguro es que fue un horror. La neblina de esa mañana del jueves 16 de junio de 1955, la gente caminando por la calle o subida a los colectivos y de pronto el infierno. Buenos Aires bombardeada. No eran aviones extranjeros, eran argentinos. Doce o catorce toneladas de bombas arrojadas contra la Casa Rosada. Como para que nada falte a la tragedia, también los ametrallamientos. ¿Qué pensaban esos pilotos? ¿Se creían mensajeros de Dios? ¿Que estaban salvando a la patria? ¿Que luchaban por la libertad? Conozco algunas justificaciones: estaba nublado. No les creo. Por lo pronto, la puntería contra la pobre gente fue infalible. No mataron a Juan Domingo Perón, que era lo que se proponían, pero mataron a más de trescientas personas. Niños, mujeres, viejos y jóvenes. Vuelvo a hacer la pregunta: ¿Qué pensaban mientras accionaban el gatillo o movían la palanca que liberaba a las bombas?
II
No conozco autocríticas por lo hecho, el crimen político más salvaje de nuestra historia. Tal vez alguien haya dicho algo, pero yo no lo sé. Los justificativos no alcanzan, no sirven. Responsabilizar al régimen peronista por lo sucedido es una falacia. El régimen peronista era lo que fue: demagogo, autoritario, corrupto, pero nada de ello autoriza a arrojar bombas sobre la población civil. ¿Que no fue esa la intención? Lo disimularon muy bien. Dicho con otras palabras, fue lo único que les salió "bien". No lo mataron a Perón, ni tomaron la Casa Rosada, ni pudieron lanzar las proclamas revolucionarias y, mucho menos, lograron instalar un gobierno que, según se dijo, estaría encabezado por Américo Ghioldi, Miguel Ángel Zabala Ortiz y Adolfo Vicchi, pero mataron a cientos de inocentes.
III
Sugestivo. Lo único que les salió bien fue la carnicería. Y después la tranquilidad de exiliarse en Uruguay, donde el presidente Luis Batlle los recibió como héroes. La historia no les va a asignar ese lugar. Es verdad que tres meses después el destino pareció otorgar la razón a los responsables de los bombardeos: Perón es depuesto por un golpe de Estado y la Revolución Libertadora se presenta como la encarnación de los grandes ideales. Los fusilamientos del general Juan José Valle y de civiles en León Suárez en 1956, así como el recuerdo de la masacre del 16 de junio del año anterior, pronto serán un estigma que nunca podrá ser levantado por parte de los conspiradores y de quienes incluso, desde la buena fe -creyendo que lo sucedido era más o menos parecido a la conquista de Berlín en 1945-, adhirieron a ese pronunciamiento militar.
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IV
¿Cuándo y cómo se preparó este operativo destinado a matar a Perón? No se sabe con exactitud. Algunos dicen que al otro día del levantamiento frustrado del general retirado Benjamín Menéndez, en septiembre de 1951, se decidió terminar con el peronismo matando a Perón. Otros, en cambio, aseguran que todo comenzó en 1954 cuando Perón rompe, con pocas semanas de diferencias, con los nacionalistas y la Iglesia Católica, ambos soportes políticos e institucionales en los orígenes del peronismo. Lo cierto es que para principios de 1955 la conspiración civil y militar está tomando forma. Entre los cruzados de la nueva fe existe la convicción de que al peronismo, como al fascismo, solo se lo puede derrotar a través de las armas. En las fuerzas armadas el sector más activo es, en primer lugar, la Marina y luego la Aeronáutica. En el caso de la Marina la adhesión golpista es mayoritaria, incluye a altos oficiales y a varios jóvenes recién iniciados; uno de ellos, un muchacho que veinte años después dará que hablar: Emilio Eduardo Massera. En la Aeronáutica se destacó otro jovencito con futuro: Osvaldo Andrés Cacciatore.
V
Ya para entonces están en actividad los memorables comandos civiles. Su tarea para el 16 de junio de 1955 será ocupar algunas radios para lanzar las proclamas y ganar la Casa Rosada. Allí se destacan señoritos como Mario Amadeo, Juan Carlos Goyeneche y Cosme Béccar Varela. Nacionalistas, católicos y reaccionarios. Su labor será irrelevante porque un malentendido los dejará fuera de juego. También quedará fuera de juego Marcelo Sánchez Sorondo, nacionalista, director de Azul y Blanco, maestro de Abal Medina, publicista del próximo libro de Rodolfo Walsh y candidato a senador por el peronismo en 1973.
VI
El general Perón había llegado a la Casa Rosada alrededor de las 6 de la mañana. Según se sabe, fue Albert Nuffer, el embajador estadounidense en Argentina, el que le informó que había un golpe de Estado en marcha cuyo objetivo era asesinarlo. El ministro de Guerra, Franklin Lucero, confirmó las palabras de Nuffer y sugirió al presidente que se traslade al edificio del Ministerio de Guerra. Curioso detalle para la retórica izquierdista de los peronistas de los años sesenta: el que salva a Perón es el embajador norteamericano. Esto ocurrió más o menos a las 9. Para ese día estaba previsto un acto oficial en Plaza de Mayo en el que los aviones de la base de Morón sobrevolaron por la zona. El objetivo apuntaba a rendirle un homenaje al general José de San Martín y condenar la quema de la Bandera, supuestamente perpetrada por enemigos del peronismo. Los aviones volaron, sí... pero no para rendir homenajes sino para matar.
VII
Los adversarios de Perón aseguran que cuando este tomó conocimiento del operativo destinado a poner fin a su vida, quedó paralizado por el miedo. Una de las tantas imputaciones que recibió Perón en ese tiempo era precisamente la de ser un militar cobarde, prisionero de un miedo que lo transformaba en una masa de carne temblorosa. No creo que esa imputación sea importante, pero lo que sí interesa es preguntarse por qué Perón se retira de la Casa Rosada y no da la orden de desmantelar el edificio y la zona. La pregunta no es inocente: si la Casa Rosada y Plaza de Mayo hubieran estado deshabitadas antes del mediodía, se habría evitado la muerte de muchos civiles. ¿Por qué Perón no lo hizo? ¿El miedo, la especulación política? No lo sé.
VIII
El plan golpista fue derrotado porque el Ejército se mantuvo leal a Perón. La base militar de los golpistas fue Punta Indio, Ezeiza, que recién terminaba de ser inaugurada, y en algún momento la Séptima Brigada Aérea de Morón. Los cabecillas militares fueron los capitanes de fragata Néstor Noriega y José Bassi, el contraalmirante Samuel Toranzo Calderón, los almirantes Aníbal Barbieri y Agustín de la Vega, y el vicealmirante Benjamín Gargiulo. Todos se rindieron y a todos le dieron la posibilidad de suicidarse, pero el único que cumplió con el rito de honor fue Gargiulo. Los otros se acogieron a los beneficios brindados por un Perón pacificador y decidido a no profundizar la brecha entre los militares. Esta conducta de Perón también fue discutida, incluso por los propios peronistas. ¿Por qué extender la mano a quienes habían actuado con tanta ferocidad? ¿Por qué negarse a movilizar al movimiento obrero e incluso organizar milicias populares? Más de uno dijo que si Evita hubiera vivido seguramente se hubiese aplicado la mano dura contra los supuestos enemigos del pueblo. Imposible verificarlo.
IX
Por lo pronto, Perón hizo lo que hizo e incluso lo argumentó planteando que no quería ser el presidente de los argentinos sentado sobre una montaña de cadáveres. Le podemos creer o no, pero no es un mal argumento. Como militar, Perón no confiaba en las milicias populares y lo bien que hacía. También como militar se negaba a emprenderla a tiros contra sus camaradas de armas. Por sobre todas las cosas, y más allá de las palabras, Perón sinceramente no deseaba la guerra civil. Lo demás es historia conocida. A la noche, el centro de la ciudad parecía estar en llamas. Perón intentará tomar distancia de la quema de las iglesias, pero todo será en vano. También promoverá una tímida apertura. A los ministros más irritables se les solicitará la renuncia; se le permitirá hablar por la radio a los políticos opositores y por primera vez se utilizará desde el poder la palabra "tregua". Demasiado tarde. Para julio de 1955 los opositores políticos y sociales no querían negociar con Perón sino derrocarlo.