La política como servicio
Legado y huellas de Pepe Mujica

Iván Ambroggio
El 13 de mayo de 2025 falleció José "Pepe" Mujica, quien no fue solamente presidente de Uruguay (2010-2015), sino un símbolo global de política, ética, ejemplaridad y austeridad. Su vida, marcada por la lucha, la prisión y un liderazgo humilde, trascendió fronteras, inspirando a generaciones con su mensaje de sobriedad, justicia social y alerta frente al cambio climático.
Desde su pasado como guerrillero tupamaro hasta su rol como jefe de Estado, Mujica encarnó una visión de la política como servicio, desafiando los paradigmas del poder tradicional.
Pepe nació en 1935 en Montevideo, y creció en una familia modesta de origen vasco e italiano. La temprana muerte de su padre sumió a su familia en dificultades económicas, moldeando su sensibilidad hacia las desigualdades.
En la década de 1960 se unió al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una guerrilla urbana que buscaba la justicia social en un Uruguay, por entonces marcado por la polarización. Su activismo lo llevó a la clandestinidad y, tras ser capturado, a más de trece años de prisión, incluyendo largos períodos en condiciones inhumanas durante la dictadura militar (1973-1985).
Fue torturado, aislado y atado durante meses. Mujica supo transformar el sufrimiento en introspección, emergiendo con una filosofía de vida que priorizaba la resiliencia y la empatía. Fue liberado en 1985, tras la restauración democrática.
Allí se reinventó como dirigente político dentro del Frente Amplio, una coalición de izquierda. Su carisma, lenguaje llano y coherencia lo llevaron al Senado, al Ministerio de Ganadería y, finalmente, a la presidencia en 2010.
Como mandatario esquivó todo tipo de privilegios. Vivió en su modesta chacra en las afueras de Montevideo, rechazando la residencia presidencial y donando gran parte de su salario a causas sociales.
Su Volkswagen "escarabajo" se convirtió en un ícono de su rechazo al lujo, lo que generó admiración universal. Desde el escritor peruano Mario Vargas Llosa hasta la revista Time, que lo incluyó entre las 100 personas más influyentes de 2013, señalaban la coherencia de los gestos de Mujica.
Pepe desafió la lógica capitalista que equipara riqueza con felicidad. "No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje; vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad", decía. Para él, la verdadera riqueza residía en las relaciones humanas, el tiempo libre y la paz interior.
En una entrevista en 2014, reflexionando sobre sus años en prisión, afirmó: "Viví muchos años en soledad en un calabozo. Hubo noches que cuando me ponían un colchón estaba contento. Repensé todo. Y la felicidad si no la llevás adentro y no la tenés con poco, no la tenés con nada".
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Esta filosofía se reflejó en su vida: compartía asados con opositores, cultivaba su chacra y mantenía un trato igualitario con todos.
Su crítica al consumismo fue contundente. En su célebre discurso en la Asamblea General de la ONU, en 2013, advirtió: "Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales y ocupamos el templo con el dios mercado. Parecería que hemos nacido solo para consumir y consumir".
Mujica no rechazaba el crecimiento económico, pero insistía en que debía servir a políticas sociales para atenuar las injusticias del capitalismo.
Durante su gobierno, Uruguay redujo la pobreza del 18.6% al 9.7%, tal cual lo revelan los datos del Instituto Nacional de Estadística uruguayo.
Además, según estudios del Banco Mundial, el país también se destacó por su alto ingreso per cápita y por sus bajos niveles de desigualdad. Mujica fue un pionero en la lucha contra el cambio climático, no solo por sus políticas, sino por su capacidad para señalar las raíces culturales del problema.
Criticó el modelo de civilización depredadora, impulsado por el consumismo y la obsolescencia programada, que agota los recursos del planeta. En 2022, en un mensaje a jóvenes en la Cumbre Climática de las Juventudes Latinoamericanas, advirtió: "De seguir como estamos, caminamos a un holocausto ecológico".
Bajo su presidencia, Uruguay se convirtió en un referente mundial en energías renovables, alcanzando una matriz energética mayoritariamente limpia.
Su enfoque no era tecnocrático, sino filosófico: abogaba por revisar los valores culturales que priorizan la acumulación sobre la armonía con la naturaleza. "Inventamos una montaña de consumo superfluo, y lo que estamos gastando es tiempo de vida", solía repetir.
La muerte de Mujica generó cuantiosos tributos, especialmente de los líderes de izquierda. Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil y amigo cercano, lo despidió con profunda emoción: "Su vida fue un ejemplo de que la lucha política y la gentileza pueden ir de la mano. Ese coraje y esa fuerza estuvieron acompañados de humildad y desapego".
Lula y Pepe compartían una visión de integración latinoamericana, comprometida con la justicia social, alejada del dogmatismo.
El legado de Pepe Mujica traspasa el territorio uruguayo y se globaliza como el viento. Su simpatía, su liderazgo ético, su defensa de la educación, la legalización de la marihuana, el aborto y el matrimonio igualitario, así como su apuesta por la sostenibilidad lo convirtieron en un ícono mundial.
Sin embargo, no estuvo exento de críticas: algunos le reprocharon no haber erradicado la pobreza en su totalidad.
Aun así, su coherencia entre palabras y acciones sigue siendo un faro para quienes buscan una política impregnada de sensibilidad social y sin privilegios. En palabras del escritor chileno Roberto Bolaño, "el humor es algo parecido a la felicidad, a la revolución y al amor".
Esta frase retrata con precisión la vida de Pepe Mujica.
(*) Analista internacional, profesor universitario y consultor político.