Por Lic. Raúl Ochoa y Gómez
Milei y el liberalismo de malos modales
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Análisis político-económico.
Por Lic. Raúl Ochoa y Gómez
Desde que Javier Milei irrumpió en la política, hace poco más de dos años, ha dejado claro su mensaje en contra de la "casta", concepto poco preciso, donde para él se encontraba incluido todo el arco político sin importar a qué partido pertenezcan. De hecho, en reiteradas oportunidades declaró que Juntos por el Cambio era un kirchnerismo de buenos modales, haciendo alusión a que no había diferencias de fondo entre ambos frentes, sino de formas.
Su discurso caló hondo en el electorado y lo catapultó a la presidencia de la nación en tiempo récord. A cuarenta días de asumir, es difícil hacer un juicio de valor de su gestión, pero sí podemos analizar cierta impronta. En estos días se está tratando el proyecto de ley conocido como "ómnibus", el cual fue definido por el propio gobierno como la base de su plan económico. Pero… ¿Qué incluye esa posible ley?
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Es raro pensar que un ultraliberal como Milei, que durante toda la campaña estuvo bregando por la baja de impuestos, lo primero que quiera hacer sea subirlos, sobre todo teniendo en cuenta que, tanto los aranceles a las exportaciones, como los impuestos a la industria y al trabajo, afectan directamente la producción y el poder adquisitivo de los trabajadores en un contexto de caída del PBI, lo que profundizaría aún más la recesión y el consumo, generando una menor recaudación para el Estado, un mayor deterioro social y una menor posibilidad de alcanzar el equilibrio fiscal.
Por otro lado, el anuncio de las medidas y su envío al congreso se realizó sin ningún tipo de acuerdo, buscando extorsionar a los gobiernos provinciales con los recursos y denostando a todos los que quieran discutir alguna de sus medidas ¿No es eso lo que hizo el kirchnerismo durante dieciséis años?
Como economista puedo coincidir en gran parte de su diagnóstico, Argentina viene sufriendo un Estado grande e ineficiente desde hace muchos años, su constante intervención en el mercado ha desplazado la iniciativa privada, provocando que seamos uno de los países con menos empresas por habitantes, que el país no crezca hace una década y que hayamos retrocedido en prácticamente todas las áreas.
Esta situación de crisis parece hacer pensar al presidente que puede recurrir a todo tipo de mecanismos para lograr su propósito. Lógica bastante peligrosa, ya que a lo largo de nuestra historia hemos visto como los líderes políticos que razonan de esta forma han justificado acciones represivas, antidemocráticas o incluso violentas en aras de alcanzar objetivos considerados como valiosos.
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¿Hace falta esta aclaración? Los procesos, procedimientos y métodos utilizados en el ámbito político tienen un valor intrínseco y significativo -los medios son un fin en sí mismos- independientemente de ser herramientas para lograr objetivos específicos. La transparencia, el respeto por los derechos fundamentales y la generación de consensos son aspectos cruciales y que definen el grado de avance en una sociedad.
En ese marco, las constantes faltas de respeto que ha tenido el presidente con distintos dirigentes, como el caso de Maximiliano Pullaro cuando defendió los intereses de nuestra provincia, generan más división y polarización, mientras que los argentinos votaron un cambio, y el cambio es la unidad nacional, el imperio de la ley y el desarrollo económico sostenible, no la confrontación, el odio y el autoritarismo.
El presidente tiene el apoyo de gran parte del electorado porque la sociedad entendió que era necesario un cambio profundo en el sistema económico, pero ese cambio no puede ser implementado por coacción. La forma en que se ejerce el poder, se toman las decisiones y se implementan las políticas deberían alinearse con los principios éticos de la democracia, independientemente de los objetivos macroeconómicos que se busque alcanzar.
Tenemos una oportunidad histórica de modificar décadas de gobiernos populistas que han sumergido en una crisis recurrente a la Argentina, hay un contexto global que podría jugar a nuestro favor, y una idea clara de que el camino es una mayor apertura de mercado, ojalá la soberbia y el autoritarismo no nos priven nuevamente de entrar a un camino de desarrollo sostenido.
(*) Economista.