El ritmo de las esdrújulas
Monólogo errático
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Sin poder evitarlo, mis mañanas comienzan con café y solitarios. Esta práctica se ha convertido en un ritual ineludible que ordena el caos de mi día.
María Nélida Pedernera
Tengo un hábito incómodo y una práctica inútil. Mi hábito incómodo es heredado de mis tiempos de secundaria. Todos los días ponía el despertador a las cinco de la mañana. Motivo: levantarme temprano para estudiar. Invertía en mis tareas escolares más o menos hora y media. Después, me preparaba para ir al colegio.
Llegaba con los conocimientos frescos y la memoria incólume cosa de poder afrontar exámenes o la tensión de “pasar al frente a decir la lección”. Lo malo es que ahora, ya sin necesidad ni obligación alguna, me despierto a esa hora insólita, de lunes a domingo, en invierno y en verano, llueva o truene.
Podría hacer el esfuerzo de quedarme en la cama hasta las seis o las seis y media, pero opto por prepararme una taza de café y sentarme ante la computadora donde aparece mi práctica inútil. Mientras escucho las noticias y tomo el café, sin alternativa posible, me pongo a resolver solitarios.
Lo tóxico del asunto es que no puedo pasar a otra cosa hasta que logro resolverlos con éxito. Son horas sometidas a lo que en mi táctica de justificar nombro como “poner orden en el caos”. Hoy es feriado. Eso no afecta mi rutina diaria de mujer retirada de la vida pública. Mi gata se acerca y maúlla.
Es su forma de pedir comida. Me levanto, tomo un puñado de pescaditos de la bolsa de gati-pescado, salgo a la galería donde está su plato de plástico y, antes de servirle la comida, le advierto: “Comé todo”.
No pienso seguir alimentando al gato negro. Me mira y empieza a comer. Tiene la mala costumbre de hacer pausas largas, lo que el gato negro aprovecha para deslizarse desde el tapial del vecino y devorar lo que ella deja en el plato, si no reacciono rápido y alcanzo a correrlo a tiempo. Sospecho que ella lo hace a propósito y lo espera.
A lo largo del día, tiene otros visitantes: un gato llorón, blanco con manchas negras, flaquísimo, que me da lástima con su maullido quejumbroso. Al pobrecito le pongo comida por caridad.También está el gatón, uno atigrado que parece un cachorro de yaguareté. Ese no viene a comer sino a imponer su presencia. Se echa y se deja acariciar. Es al único al que la gata le tiene miedo.
Le cede su lugar preferido. Un día el gatón apareció con un cascabel atado al cuello. ¿Por qué alguien querría detectar por el cascabeleo dónde anda ese gato? ¿O será para desafiar el dicho popular de “quién le pone el cascabel al gato”?
Suena mi celular. Entró un mensaje. Es una amiga que me envía una canción ritmada con palabras esdrújulas: “Compostaje”. Le respondo: “poética de las esdrújulas”, y trato de recordar la canción de Chico Buarque que cantaba Nacha Guevara. Regreso a la compu y googleo. Encuentro “Construcción” y la escucho.
Me acuerdo de que hay otra de Violeta Parra. Busco: “La Mazúrquica Modérnica”. Otra más: la “Canción Esdrújula” de Juan Carlos Baglieto y Lito Vitale. ¡Arriba las esdrújulas!, anoto en mi diario. Me pregunto: ¿para quién se escribe? ¿Hay una intención secreta de que alguien lea?
Entonces debería poner el link para compartir la canción, ya que ahora se puede. Es https:// youtu.be/5RPtlmdbYW8?si=bl5lpyHzaWs3VMrR. Escucho “Compostaje” otra vez cliqueando sobre el vínculo. Es una canción para disfrutar.
Copio de la letra palabras esdrújulas para usar en algún momento: rústico, clásicos, ejércitos, máscara, antídotos, lágrimas, héroes, témpano, vértigo, escrúpulo, músculo, lámpara, mística, relámpago, empático, bélico, empírico, poético, romántico, látigo, fábrica, político, mediático, brújula, máquinas, náufrago, afónico, pájaro, estática, ánimo, júbilo, impúdico, simbólico, histórico, escéptico.
Mientras se arman en mi cabeza algunos pares interesantes: pájaro afónico, músculo impúdico, héroe mediático, látigo simbólico, monólogo errático, escucho sonar un cascabel.

