Crónicas ligeras
Otra vez los periodistas son los enemigos
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I
A Javier Milei le pertenece el hallazgo verbal de la palabra "arrasar" para referirse a sus moderadas victorias electorales, las pasadas y las futuras. Lo sucedido en los comicios de Corrientes parece verificar el hallazgo de ese recurso retórico, aunque en la ocasión quien arrasó en este territorio fue la UCR, y quien fue arrasado en toda la línea fue el candidato de La Libertad Avanza. Si a este escarmiento electoral sumamos el de Santa Fe y los que se insinúan con consistencia en otras provincias estaríamos autorizados a admitir que la irrupción arrasadora de Milei en la política nacional, la creación de una nueva etapa histórica civilizatoria en Argentina, es más el producto de las fantasías afiebradas de los libertarios o, en el mejor de los casos, un dato de coyuntura sujeto a los vaivenes a veces impiadosos de la política. Pareciera ser que esa ciega y frenética fe de cruzados que domina a los hermanos Milei los conduce a cometer ciertas torpezas políticas groseras, que los colocan en situaciones humillantes desde el punto de vista de la contabilidad política. La UCR de Corrientes fue en estos dos años un aliado leal del mileísmo, pero como ya se pudo apreciar en Buenos Aires, ciudad y provincia, los hermanos Milei conciben a la lealtad como sinónimo de humillación, de sometimiento. Y esa convicción la dulce Karina la aplica con pasión de fanática despiadada, incluso a contramano de los datos duros que le presenta la realidad política. A un radicalismo poderoso como es el de Corrientes, arraigado en las tradiciones locales de la provincia, un radicalismo con vocación de poder y confiado en su fuerza, Karina pretendió someterlo con condiciones humillantes y disparatadas. Fiel a esa consigna, fundada por Cristina, "Vamos por todo", exigió para su candidato desconocido la candidatura a gobernador, las cabezas de los cargos legislativos y, como para verificar su disposición a cometer todos los abusos posibles, reclamó que la sigla radical desaparezca de las boletas partidarias y que los candidatos del partido de Leandro N. Alem, Hipólito Yrigoyen y Raúl Alfonsín se vistan con buzos violetas. Por supuesto, los radicales los mandaron bien a la mierda, les recordaron que en Corrientes son apenas una minoría inestable y que si alguna duda tienen al respecto que se den el gusto, se presenten solos, agiten al viento los rostros mesiánicos de Javier y Karina, y esperen sentados el veredicto de las urnas. Un veredicto que -dicho sea de paso- se conoció a la media hora de iniciado el escrutinio, cuando los votos para Juan Pablo Valdés eran aluvionales mientras que el candidato de La Libertad Avanza no llegaba a los dos dígitos y era superado por más de cuarenta puntos, en elecciones que está vez contaron con la participación de más del setenta por ciento del padrón.
II
En 1813, en una acreditada asamblea de un país que pretendía ser nación, se declaró la libertad de prensa, la libertad de expresión y se condenó toda censura previa. Ese dato histórico que se publicitó durante décadas desde libros académicos hasta el Billiken, pareciera que el gobierno de los hermanitos Milei, la señora Patricia Bullrich y algunos otros espadachines del agobiado oficialismo parecen ignorar. Se supone que cuando la oposición acusa de una falta lo más sencillo es responder con la verdad, siempre y cuando, claro está, se sea inocente o, por lo menos, pueda demostarse que la acusación es insostenible o poco veraz. Sin embargo el gobierno, en el mejor de los casos, ha respondido con la confusión cuando no la ambigüedad o lisa y llanamente con decisiones que bordean la conducta autoritaria. Como para dar lugar a las peores prevenciones el gobierno alienta para perpetrar estas hazañas a favor de la censura a un juez cuyos antecedentes más destacados son alrededor de seis causas abiertoas por abuso sexual. "Dime con quién te juntas y te diré quién eres", es una frase que pertenece a la refranería más añeja pero no por ello deja de aportar cierta sabiduría.
III
Si nos tomáramos a pecho las declaraciones de los halcones libertarios en materia de libertad de expresión deberíamos admitir que, por ejemplo, el caso Watergate en Estado Unidos jamás hubiera tenido lugar; nunca habrían sido posible las denuncias contra Alberto Fujimori en Perú y, por supuesto, ni soñar que en Italia habría existido algo parecido al "Mani pulite". Imposible pensar en una sociedad abierta, en una república democrática sin libertad de prensa, esto es decir sin medios de comunicación controlando al poder. Así se explica que la fantasía lúdica de todo dictador es un país sin periodistas, un país sin periodistas que informen e investiguen. "Perversas campañas de prensa"; "émulos de Goebbles que mienten para que algo quede". Palabras, justificaciones, coartadas, cuando no, mentiras desvergonzadas. Joseph Goebbels mentía desde los medios, pero mentía desde un Estado donde la única opinión, la única voz era la del Fhürer. La mejor manera de conocer los niveles de libertad de un país al que recién llegás es preguntar u observar si hay diarios, programas de radio y televisión e incluso redes en los que se critique al gobierno de turno. Ese paisaje no existe en Cuba, no existe en Nicaragua, no existe en Corea del Norte, no existe en China,... no existe en ninguna dictadura. Por fortuna Argentina está muy lejos de esos páramos, pero cuando de libertad de expresión se trata es necesario saber que esos valores se los defiende siempre porque siempre están amenazados.
IV
Estuvieron amenazados durante los años de Néstor y Cristina Kirchner. No hay antecedentes de violencia real y simbólica contra la libertad de prensa que se equiparen a la convocatoria desde el poder a escupir rostros de periodistas en la plaza pública. Y como para perfeccionar lo perverso sumaron a la emisión de escupitajos a los chicos. Vaya hazaña aquella. ¿Es necesario recordar que el hábito de valerse de niños para cometer acciones de violencia política es propia de los regímenes totalitarios? El kirchnerismo ordenando escupir a periodistas; Milei reprochando a sus seguidores que aún "no odian demasiado" a los periodistas. ¿Pueden distinguir las diferencias? Esos amoríos secretos entre los populismos de derecha e izquierda, esa vocación por fundar hegemonías, ese pánico por la información que amenaza con exhibirlos desnudos con sus lacras. Los hermanitos Milei deben saberlo: si Cristina está presa es porque en primer lugar hubo un periodismo valiente y lúcido que investigó el saqueo perpetrado por la cleptocracia populista. Son esos periodistas que el actual gobierno acusa de ensobrados y odia los que hoy están ventilando sus chanchullos preguntando lo obvio: por qué, cuándo, cómo, dónde.
V
Al margen de sus errores habituales en materia económica y política, el gobierno nacional ahora parece empecinado en convencernos de que sus más distinguidos funcionarios ostentan una torpeza en sus procedimientos cuya gravedad a veces orilla en lo trágico, a veces en lo ridículo y en todos los casos parecen disposiciones dictadas por sus enemigos más recalcitrantes, como que el letrista de los argumentos del gobierno es su enemigo más enconado. La temperatura económica la midió con pulso firme o trazos gruesos el señor Domingo Cavallo, otrora admirado por el presidente. El ministro de los tiempos de Carlos Menem sintéticamente les dice: "Hagan algo por favor porque las señales de deterioro del barco son alarmantes". Mientras tanto, Karina y Patricia se dedican a inventar teorías conspirativas disparatadas y reclamar medidas cautelares que afectan la libertad de expresión con una torpeza digna de los tiempos en los que la jueza María Romilda Servini de Cubría pretendía censurar, nada más y nada menos, a nuestro humorista más talentoso y distinguido. Bullrich, justamente, parece haber retrocedido a esa suerte de idiotismo verbal que la dominó en los tiempos de la campaña electoral de 2023, cuando pretendió ser presidenta y era incapaz de organizar una frase más o menos coherente. Ahora farfulla acerca de una conspiración montada por ex espías rusos en connivencia con el régimen de Nicolás Maduro. El pasaje del ridículo al delirio o del miedo al temblor.