Contra el “porteñocentrismo”
¿Rebelión federal?: el interior productivo desafía la lógica unitaria del poder nacional
Legisladores de distintas provincias se alejan de sus bloques tradicionales y denuncian el centralismo porteño. Al igual que algunos gobernadores, reclaman una agenda que priorice al interior profundo y recree el federalismo real que la Constitución consagra, pero la práctica niega.
Los últimos movimientos parlamentarios en el Congreso Nacional exponen un síntoma profundo y persistente de la política argentina: la asfixia del federalismo frente a una lógica unitaria que concentra decisiones, recursos y visibilidad en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). En los últimos meses, legisladores de Santa Fe, San Luis, Jujuy, Catamarca y La Rioja decidieron romper con sus bloques tradicionales, no por simple reacomodamiento partidario -al menos en sus declamaciones-, sino como expresión de una demanda que crece en las provincias: volver a poner al interior productivo en el centro de la agenda nacional.
“En Buenos Aires no hay margen para discutir la problemática del interior”, disparó el diputado nacional santafesino Gabriel Chumpitaz al anunciar en esta Semana Santa su salida del PRO para formar, junto a Verónica Razzini, el nuevo bloque “Futuro y Libertad”. La denuncia es clara: las urgencias de las provincias, desde la inseguridad hasta la caída de la obra pública, no logran perforar el blindaje de una política pensada desde y para el AMBA.
Por su parte, a fin de 2024, con la creación del bloque “Defendamos Santa Fe”, el diputado Roberto Mirabella rompió con Unión por la Patria y dejó en claro que su prioridad es la provincia. “Soy opositor a Milei, pero primero soy santafesino”, afirmó. El mensaje no sólo apunta al Gobierno nacional, sino también a la conducción de su propio espacio político. El federalismo no puede ser una bandera de ocasión, sino un principio rector, sostuvo.
En su reclamo, Mirabella enumeró los síntomas de la desconexión entre la agenda nacional y las necesidades locales: desempleo, paralización de obras estratégicas y el deterioro de las universidades del interior. "La agenda que se sigue es una agenda porteña, pensada para el Conurbano", resumió. En todos los casos, el común denominador es el mismo: la postergación del federalismo en nombre de una gobernabilidad centralista.
Las rupturas legislativas registradas en Santa Fe no son hechos aislados, sino parte de una corriente más amplia. Gobernadores, senadores y diputados de distintas provincias comienzan a marcar límites frente al centralismo político y económico que -según denuncian- ejerce Buenos Aires sobre el resto del país.
En diciembre de 2023, el senador fueguino Pablo Blanco abandonó el interbloque de Juntos por el Cambio en rechazo a lo que definió como decisiones inconsultas que afectaban al sur del país. “No podemos seguir actuando como delegados de Buenos Aires”, advirtió, tras cuestionar los recortes en subsidios al gas y al transporte.
Un mes después, en enero de 2024, la senadora de Chubut, Edith Terenzi, se apartó del mismo espacio por motivos similares: “Las decisiones se toman entre cuatro dirigentes en Buenos Aires. Así no hay federalismo posible”.
En marzo último, también en la Cámara alta, cuatro senadores peronistas del norte y Cuyo -Fernando Salino (San Luis), Carolina Moisés (Jujuy), Guillermo Andrada (Catamarca) y Fernando Rejal (La Rioja)- conformaron el bloque “Convicción Federal”, dentro del interbloque de Unión por la Patria. Su objetivo es claro: tener voz y voto propio ante decisiones que, muchas veces, se definen en cúpulas alejadas de las realidades provinciales.
“La visión federal es una necesidad urgente”, señalaron en su comunicado, donde también marcaron distancia con el verticalismo kirchnerista. Reivindican el disenso como herramienta de construcción política, y no como amenaza al poder central.
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Mientras tanto, el gobernador cordobés Martín Llaryora redobló la apuesta en marzo de este año al convocar a sus pares de Santa Fe y Entre Ríos para fortalecer la Región Centro, una alianza que, según afirmó, “es nuestra herramienta para equilibrar la balanza” frente a un modelo que “desfinancia sistemáticamente al interior productivo”.
En esa misma línea de revitalizar la Región Centro se inscribe el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, promotor desde el vamos de una alianza estratégica con Córdoba y Entre Ríos que apunta a fortalecer la incidencia de las provincias en las decisiones nacionales. En tal sentido, el hughense viene impulsando esta instancia como plataforma institucional y política para disputar poder real en la mesa chica del país.
“La unidad del interior no es una consigna, es una necesidad urgente para torcer el rumbo unitarista de la Argentina”, sostuvo el mandatario santafesino durante un reciente encuentro con sus pares de Córdoba y Entre Ríos. En ese marco, se comprometió a seguir promoviendo políticas comunes en infraestructura, comercio exterior y defensa del federalismo.
Al mismo tiempo, Pullaro ha sido enfático al advertir que “el Estado nacional abandonó las rutas del interior”, refiriéndose al deterioro de corredores estratégicos como la Ruta Nacional 33 o la Ruta 11, fundamentales para el movimiento agroindustrial y productivo de la provincia.
En la misma línea, el ministro de Obras Públicas, Lisandro Enrico, apuntó directamente a la inequidad estructural: “No puede ser que las rutas nacionales del AMBA se mantengan en condiciones mientras las del interior están colapsadas. Eso no es federalismo”. El venadense, además, denunció la paralización de obras claves por falta de inversión nacional y exigió un esquema de distribución de recursos que no castigue a las provincias productivas.
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Este entramado de rupturas y alianzas pone de manifiesto una rebelión federal en proceso, que busca cuestionar el statu quo y reclamar un rediseño profundo del sistema político argentino. El paso que dieron estos legisladores y gobernadores puede parecer menor frente a la magnitud del sistema político argentino. Sin embargo, encierra una clave de futuro. Si las provincias no logran romper el cerco del unitarismo cultural, institucional y económico que las oprime, será imposible consolidar una democracia auténticamente federal. Lo que hoy asoma como una rebelión parlamentaria de dudosa proyección podría ser, con el tiempo, el germen de una transformación más profunda.